Me acuerdo…

Me acuerdo de aquel 14 de febrero. Recuerdo que amaneció pronto, frío, aciago y triste, vacío de esperanza tal y como venían siendo los siete últimos meses…

Me acuerdo de la ultima noche que pasamos juntos, de tu reclamo ininteligible que no fui capaz de comprender…

Me acuerdo de las idas y venidas en una especie de enajenación transitoria, de las caras desencajadas, de los rostros lívidos y ojerosos, de las miradas que no querian ver, de las palabras retenidas entre los labios, de las lágrimas que recorrieron nuestras mejillas, cada una sobrevenida cuando se dehacían los nudos de la garganta…

Me acuerdo de tu rostro, de tus ojos grises mirando la nada, del calor que escapaba de tu cuerpo cansado, enjuto, retorcido y maltrecho…

Me acuerdo de la fila de coches que nos acompañó, del murmullo, de los lloros contenidos, de la gente que se acercaba sigilosa, de las muestras de cariño de nuestros amigos, de los abrazos rotos por el llanto, de la larga y oscura noche que cedió el paso a un nuevo día sin que yo pudiera detener el tiempo…

Me acuerdo de las rosas blancas en la orilla mecidas por vaivén de las olas. De las pisadas en la arena que conducían hacia el infinito…

Me acuerdo de tí, de tu cara canalla, de tu media sonrisa, de tus travesuras, de tu tozudez hasta conseguir lo que querías, de tu insistencia, de tu comida favorita, de tu gusto por las gorras y las deportivas, de tus camisetas, de tu música, de tu estar en el mundo y de tu corta estancia en esta vida…

Me acuerdo de aquel día de febrero, tibio pero soleado que, sin embargo, me dejó helado el corazón…

Me acuerdo, sí, me acuerdo…

Aquellos maravillosos años (II)…[adolescencia]

Uniforme Colegio Carmelitas

En la década de los 60 la mayoría de centros estaban segregados por sexo/género…A mi me matricularon en un colegio de monjas, entonces privado y para niñas, hoy concertado y mixto. Entré con 4 o 5 años. Mis primeros recuerdos me devuelven la imagen de un gran patio con un pozo en el centro lleno de plantas con grandes hojas verdes, a través del cual entra la luz que ilumina, bajo las arcadas, un amplio pasillo por donde caminamos en fila…Alrededor de aquel cuadrado se accedía a las diversas dependencias: la secretaría, la capilla, el comedor, algunas aulas y la portería gestionada por una señora (que entonces nos parecía muy mayor pero que seguro no lo era tanto) vestida de negro y con el cabello blanco llamada Rita, una mujer muy buena, con poco carácter a la que, con el tiempo, camelamos más de una vez. Rita nos vio crecer hasta los 16 años. Establecimos con ella una corriente de simpatía mutua que nos servía de entretenimiento. A veces nos parábamos a hablar con ella e incluso le hicimos algunas confidencias, según qué cosas claro… Al final su complicidad tejida y pulida entre rato y rato, confesión y confesión, sirvió para que hiciera la vista gorda de alguna que otra escapada al horno Colón para comprarnos el desayuno…Rita nos curó muchas heridas con mercromina roja: en los codos, las manos, las rodillas… y nos sacó del apuro cuando la regla nos sorprendía antes de lo previsto…Su recuerdo en la distancia, borroso y pixelado, se vuelve cercano y su actitud amable y generosa acude entrañable a mi memoria …

Desde que entré en este colegio hasta que salí para ir al instituto con 16 años llevé un uniforme como el de la foto. Uniforme que se completaba con unos zapatos de la marca ‘Gorilas’ marrones con cordones (traían una pelota verde, como la de tenis, de regalo) que mis padres compraban a principio de curso en ‘Calzados Galán’. Los gorilas lucían unos impecables calcetines cortos blancos…Mi madre me hacía el uniforme y me dejaba un trozo de más en la cintura que soltaba conforme crecía…Tuve una relación muy personal con mi uniforme…Quiero decir que lo cuidaba, me gustaba llevar las tablas de la falda bien planchadas sobre todo por detrás…Debajo usaba una camisa blanca o beige que mi madre tenía la manía de abrochar desde el primer botón, el mismo que yo me desabrochaba en cuanto salía de casa…Completando el ‘equipo’ una bata (que aquí llamamos ‘babi’) de tela de vichy de cuadritos blancos y celeste que se compraba confeccionado en ‘Almacenes Blanco’, que poníamos sobre el uniforme para no ensuciarlo y que cada viernes viajaba a casa para lavar…

Los primeros años me llevaba mi hermano en su bici. Me sentaba en la barra hasta que llegábamos a la puerta donde me soltaba, a veces de mala gana, y vuelta a casa…Al mediodía comía en el comedor…Muchas veces me quedaba la última con la comida aún en el plato, intentando deshacer una bola de carne mientras una monja daba vueltas a una mesa larga con encimera de mármol blanco…La recuerdo con las dos manos hacia arriba, abriendo los dedos y bajándolos en una cuenta atrás que me agobiaba muchísimo…Tanto, tanto, que un día me escapé delante de las narices de la portera escabulléndome entre las madres…No tuve problema, conocía el camino de regreso…Aquel día castigaron a mi hermano, yo comencé a ir sola al cole y, lo mejor de todo, dejé de quedarme al comedor….

Amigas para siempre…

Durante aquellos años hice amigas inolvidables. Las relaciones de amistad tiene muchos matices porque cada persona es única, individual y te aporta algo diferente. La amistad es una relación que he ido poniendo en valor conforme ha pasado el tiempo y en este momento considero la relación más estable y duradera que podamos establecer con nuestros iguales…En esta etapa la noción de amistad sufrió un proceso de evolución directamente proporcional al mío propio… Primero fui una niña tímida de notas brillantes. Cuando me nombraban los profesores me sonrojaba y no me salía la voz del cuerpo…Pero todo cambió desde el momento que mi primera amiga, Aurora, sacó mi vena cómica y traviesa, reprimida hasta entonces, que ella supo ver y explotar hasta anular aquella falsa identidad construida sobre la timidez y la vergüenza que, no obstante, subyace todavía a pesar de mi aparente soltura…Desde aquel momento el tono distendido, el atrevimiento, la atracción por la desobediencia y el desafío de lo prohibido -aunque siempre desde el respeto- se apoderaron de mí y una oleada de felicidad me inundó…A cambio, las notas dejaron de ser tan buenas porque yo iba al colegio a ser yo misma, a jugar, a pasarlo bien, a divertirme y no me daba para más…Creo que jamás me reí tanto ni saqué tanto partido al tiempo que pasaba en aquella clase en la que olía a frescura, a alegría de vivir entre aquellas otras niñas, ajenas todas al sufrimiento, al dolor, a la pena… Aquello duró poco porque mi padre me dio un primer y único ultimatum y desde entonces jamás volví a suspender aunque no cedí a la diversión ni abandoné el afán de aventuras… Aquellos años fueron realmente maravillosos…

Pero la naturaleza siguió su curso y las hormonas de la adolescencia cambiaron mi cuerpo, mi ánimo y me aportaron un sin fin de nuevas sensaciones que me condujeron a experiencias sensoriales maravillosas e inocentes que fueron moldeando mi personalidad, templando mi carácter y agitando mi alma…Aquellas travesuras pueriles dejaron paso al resurgir del pensamiento y el encuentro con la vida nos llevó, a mí y a mis amigas, a reflexionar sobre nuestros derechos, la injusticia, la religión, la desigualdad…Me volví rebelde, contestataria, abandoné algunas creencias y busqué respuestas, posiblemente en lugares equivocados, porque no obtuve ninguna…Comencé a colaborar en actividades solidarias desde que unas jóvenes misioneras llegaron desde África y nos mostraron diapositivas sobre aquellas culturas y formas de vida gobernadas por la escasez y la pobreza. He de reconocer que por primera vez se tambalearon mis principios asentados sobre las bases de nuestra sociedad occidental y un estado del bienestar que, por entonces, me parecía suficiente e incluso generoso… Desde aquel momento dediqué una parte de mi tiempo a colaborar de manera altruista con un grupo de compañeras liderado por una monja de la ‘última oleada de renovación’, llegada desde Madrid, con una visión innovadora sobre la juventud, buscando cauces para formar en valores humanos sin el ánimo de convencer o convertir…Visitábamos chabolas, ayudábamos en un Hospital de ancianos, recaudábamos fondos, hacíamos rifas…Dormíamos en paz confiando en el bien que habíamos hecho o alimentábamos nuestros egos alardeando en nuestro interior por aquella actitud caritativa…o seguramente las dos cosas…

Y entre tanto me enamoré por primera vez o eso pensé entonces, aunque más tarde comprendí que el primer amor no tiene por qué ser el primero pues, tratándose de emociones, no existe un orden riguroso…Conocí a Ramón en la feria. Tenía los ojos azules y pequeños. Me encandiló su desparpajo, su gracia, su risa fácil y su labia…Tengo un recuerdo suyo precioso. Me quiso y le quise pero el futuro tenía otros planes para cada uno de nosotros aunque ha seguido vivo en mi recuerdo, ese lugar donde hay cabida para todo y para todos…Ramón pertenece a la adolescencia, a los quince años, al despertar de la sexualidad, de la ‘vida’ en sentido amplio…Era la primera vez de todo o no…Porque mucho más tarde hubo una segunda ‘primera vez’ incluso más intensa si cabe, aunque también se acabó por más empeño que yo puse …Parece que la vida me tenía reservado otros planes…

Prolongué mi adolescencia tanto como pude…Hicimos una pandilla de cuatro: Mamen, Trini, Lola y yo…Fuimos muy buenas amigas. Juntas en las excursiones, las cuatro sentadas al final del bus. Viajamos a Portugal, a Galicia, a Zaragoza donde nos bebimos unas botellas de vino que compramos para nuestros padres en el Monasterio de Piedra … Fumábamos ‘Mencey Capote’ o ‘Pippermint’ a escondidas, en un portal de la calle Rosario por la tarde, antes de entrar en clase…Nos echaron muchas veces de la capilla porque nos daban ataques de risa incontrolada… Cuando nos llevaban de retiro, por la noche nos escondíamos en los armarios para quedarnos hablando hasta las tantas de la madrugada… Hicimos autostop para poder ir Cádiz donde nos cambiábamos la ropa entre nosotras…Muchas tardes tomábamos cañas y tapas de ‘flamenquines’ en la parte de arriba del emblemático ‘Bar Royalty’, escenario de encuentro, testigo mudo de secretos inconfesables, de sobremesas en tardes de hastío o contradicciones propias de la edad…Paseábamos hasta allí desde Colón, atravesando la calle Rosario entretenidas en los escaparates del comercio. No teníamos pudor de llegar allí con nuestros uniformes de niñas y nuestras ideas de mujeres iniciadas en debates y confrontaciones en torno a aquellas rústicas mesas de madera, para hablar y hablar sobre el sentido de la vida, la injusticia social, la libertad, el matrimonio, el sexo y todas aquellas cuestiones que despertaban nuestra curiosidad, nuestra sensibilidad y, sobre todo, nuestras ansias de vivir de una manera diferente a la de nuestras madres…Entonces no éramos conscientes, probablemente ni siquiera conocíamos el término ‘feminismo’ pero luchábamos y libramos nuestras pequeñas batallas por ser las mujeres que ahora somos…Y estuvo bien, muy bien…

Al acabar el bachillerato nuestros caminos irradiaron hacia lugares diversos. Durante un tiempo continuamos en contacto, luego hicimos nuevas amistades y sólo nos veíamos de vez en cuando en la calle o en algún encuentro previamente acordado…Mamen es médica, tiene un hijo y nunca se casó tal y como predijo…Lola hizo magisterio. Se casó, tiene tres hijas, la última con síndrome Down…siempre la vi feliz…A Trini le perdí la pista. También hizo magisterio, se casó y tuvo una hija. No ejerció su profesión pero se hizo librera. Lo último que supe fue que se había separado…Vaya para ellas mi recuerdo cariñoso y agradecido por todo lo que vivimos juntas ‘aquellos maravillosos años…’

Aquellos maravillosos años (I)…[infancia]

Hace apenas unos días fue mi cumpleaños…No hice ninguna celebración aunque la familia y los amigos se acordaron de mí e incluso me llegaron algunos regalos. Tuve ese día 3 de julio la cabeza ocupada en varios asuntos…Y de fondo el recuerdo presente de mi madre que falleció con los mismos años que yo cumplo. Recibí el correo de una amiga y le contesté contándole estos detalles a los que, entre otras cosas, añadí: «…aparte de estos datos, mucha gente se ha acordado de mí. He vivido ya dos vidas y media más que Carlos y adoptar a Cara ha sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo…No puedo sino estar agradecida…»

El primer recuerdo de mi infancia me lleva al piso donde vivía, concretamente al pasillo, donde me veo montada en un triciclo con el asiento forrado de rojo y un timbre que toco sin parar como si transitara por una calle a tope de tráfico…Visto un pantaloncito corto a cuadros y un jersey…Dos trenzas me caen hasta los hombros y un flequillo sobre la frente que mi padre mantenía cortado justo por encima de las cejas. Me crecía muy rápido así que con frecuencia me sentaba frente a él y me decía: ‘estate quieta y mírame fijo…’ Yo obedecía ciegamente porque adoraba a mi padre…Él se colocaba a mi altura y comenzaba aquel ritual…Si cierro los ojos, puedo oír el crujir del pelo con las tijeras pegadas a un peine y hasta sentir las pelusillas que caen sobre mi boca y sobre mi ropa…Pedaleaba y pedaleaba por aquel pasillo que entonces me parecía largo y espacioso aunque apenas se recorría en seis o siete pasos…

También paseé por allí un coche de capota vestido con una colcha de piqué blanca entrelazada con una cinta celeste…Mi madre cosía la ropa de mis muñecos: sábanas, colchas, pantalones o vestidos…La recuerdo sentada en su butaca con un bolso lleno de restos de lanas y telas que utilizaba para este menester…Me pedía que sujetara las madejas estiradas entre las manos. Tenía que moverlas hacia un lado y hacia otro mientra ella liaba y liaba un ovillo en el que al final clava las agujas de hacer punto. Tenía muchas y estaban numeradas según grosor…De vez en cuando, por la tarde, la acompañaba a la mercería. Compraba hilos, agujas, cremalleras, broches, corchetes…Le encantaba coser…A mi no. Siempre me hizo ropa y, a mí y a mi hermano y a mi padre, jerseys y chalecos…Una vez le hizo un jersey verde de cuello alto a mi hermano porque iba en una Lambretta con su amigo Pedro, a la Escuela de Ingeniería de Cádiz y, según decía ella, con ese jersey ‘gordo’ no pasaría frío…Aún tenemos algunas fotos en blanco y negro donde lo lleva puesto.

Había en casa un armario de madera, ahora que lo recuerdo, era precioso. Mi madre me había dejado la balda de abajo para que pusiera mi cocinita a la que no le faltaba detalle…Me sentaba en una silla pequeña con las puertas abiertas de par en par y daba de comer a ‘mis muñecos…’ Los bañaba tanto que estaban pálidos…Luego los vestía y les daba unos biberones que contenían un líquido blanco que simulaba la leche y al inclinarlo desaparecía, lo que me dejaba satisfecha en mi papel de ‘pequeña madre’ que alimenta amorosamente a sus hijos… No tenía ni idea de los biberones que años más tarde daría a mis hijos de verdad, ni de las noches sin dormir, ni de los sofocones que pillé cuando mi hija no los quería y empujaba la tetina hacia fuera con su lenguita…

Luego pasé un tiempo jugando con niños y abandoné por completo aquel rol de madre cuidadora de hijos que, afortunadamente, no crecían…Jugué con patines de cuatro ruedas. Eran de hierro y traían una cintas de cuero marrón que, por cierto, se aflojaban y dejaban escapar el pie…Creo que pasé más tiempo colocándolos que patinando…Con aquel grupo mixto hice incursiones por donde no se debía…Ibamos al ‘barrero’ y hacíamos cámaras de foto como con plastilina…Un trozo de cristal de alguna botella hacía las veces de objetivo…También hicieron espadas de madera imitando a las pelis de ‘Marisol’ que estaba de moda y era un ídolo para las niñas…Aquella etapa no duró mucho. Las hormonas revolucionadas de los chicos acabaron con nuestra paciencia…Por entonces todo era pecado que además había que confesar…No salían rentables aquellas amistades con el sexo contrario…No, hasta que el tiempo me ayudó a poner cada cosa en su sitio…

Cerca de mi casa abrieron un parque infantil. Tenía columpios, laberintos, toboganes de varias alturas…En invierno me mojabas el trasero y en verano me quemaba los muslos…Yo volvía casi siempre con un agujero en mi ropa interior que mi madre tejía con hilo de algodón…Cuando llegaba antes de decir nada ya me advertía: «seguro que otra vez traes un agujero…» Efectivamente. Una vez un chaval se coló sin pagar y el señor que estaba en la entrada le gritó para que se fuera. Él corrió para salir por donde había entrado, saltando una valla de ladrillos rematada con unas rejas acabadas en punta de lanza, con tan mala suerte que se la clavó en los gemelos…Me impactó ver cómo se levantaba la piel por delante de la tibia, como un pico, sin que llegara a atravesarle …Enseguida nos arremolinamos alrededor asustados y curiosos hasta que llegó una ambulancia y se lo llevaron…Tardé en volver al parque y, sobre todo, en borrar de mi cabeza aquella pierna clavada y la expresión de dolor de aquel muchacho…

En invierno salíamos a jugar ‘al pincho’ o ‘lima’. Trazábamos unos cuadros sobre la tierra húmeda y la lanzábamos para que se quedara incrustada. Cada cuadro tenía un valor que se iba sumando…Nunca fui buena en eso. Recuerdo que los niños, cuando alguno lo hacía muy bien, decían: «fulanito tiene mucha ‘maña’…»No era mi caso…Luego se puso de moda el ‘elástico’ o a la ‘goma’. Mi madre me comparaba no sé cuántos metros y yo lo liaba (tal y como ahora hago con los cables) en forma de madeja para que no se hicieran nudos. Era entretenido. Saltábamos por turno así que o saltabas o te tocaba tener el elástico en los tobillos e ir subiendo conforme la saltadora de turno pasaba de fase pasando del tobillo a mitad de la pierna, la rodilla, la cadera y la cintura y hasta debajo de los brazos, a donde nunca llegué…Cuando no me dejaba mi madre bajar a la calle saltaba sola en casa, sujetando la goma entre dos sillas. Era latoso porque se movían y tenías que colocarlas una y otra vez…Pero entonces nada era urgente y menos cuando jugabas…

Aquellos años fueron maravillosos. El mundo entero por descubrir, mil cosas por hacer, proyectos que ejecutar, planes, amores, risas, diversión y una sensación de infinitud, de eternidad, de para siempre, que me impedía poner límites al tiempo…Aquellos años lejanos que vuelven frescos me ayudan a reencontrarme con aquella niña obediente y asustada, incapaz de arriesgar por el miedo a perder, siempre dispuesta a dar para poder recibir, alegre y comedida primero, divertida y disparatada después…Y frente a ella, cara a cara, no puedo sino sentirme agradecida por todo lo que ha vivido…No fue todo como soñó, algunas cosas se han parecido a lo que quiso, otras ni siquiera estuvieron en su horizonte y pocas, muy pocas resultaron ser las verdaderamente deseadas …Pero de todas he aprendido…¿Qué más puedo pedir?

Mayo: con la mirada puesta en la esperanza…

#HoraDeVencer

Quién le iba decir a Puccini que el aria inacabada de Turandot, Nessun Dorma (Nadie duerma), la misma con la que Pep Guardiola arengaba a los jugadores de aquel Barça ansioso de éxitos, que a primeros de mayo de este 2020 (96 años después de su muerte) Josep Pons, director del Liceu de Barcelona la convertiría en todo un símbolo de esperanza en los difíciles tiempos del covid-19… Al compás de todo un elenco de voces, el diario La Vanguardia ( https://www.lavanguardia.com/musica/20200501/48855026687/liceu-video-josep-pons-jorge-de-leon-coronavirus.html#linkcomments-md) acogía así a los barceloneses que han salido por primera vez a sus calles tan vacías como repletas de ausencias, regalándoles el oído con esta maravillosa pieza apta para todos los públicos, especialmente para los amantes de la ópera…Y así me despertaba yo a más de mil kilómetros de esta hermosa ciudad con la que mantengo estrechas sinergias y fuertes vínculos de afecto y amistad…

La música me llega como ‘agua de mayo’ después de un largo día abducida por el recuerdo de mi hijo, ahora vivo en algún lugar de la eternidad. Desde aquel día ‘pasar a mejor vida’, más que una frase hecha fue por encima de todo un deseo, un consuelo y hasta una ilusión…Tenía que ser mejor vida a la fuerza porque la de entonces podía considerarse cualquier cosa menos vida…Él se fue, yo me quedé y todo cambió…Y ayer en su aniversario le dediqué mi recuerdo, agradecida por haberle traído al mundo, por haberle podido acompañar en su corta travesía hasta soltar su barca y dejarle ir … En estas estaba cuando recibí la música, una delicia para los sentidos que me aceleró el corazón hasta que se transformó en un bálsamo sanador que me devuelvió la calma y me serenó el ánimo …Como Calaf anduve en la noche, entre las tinieblas, escondida de la terrible ‘Turandof’, ese malvado personaje al que de vez en cuando todos miramos a la cara para perderle el miedo…Gracias L. mi madrugadora amiga, por enviarme esta pieza el día justo, en el momento justo…Aunque ella aún no lo sepa…

#YoMeQuedoEnCasa, el hashtag que ha encabezado las entradas desde principios del confinamiento, cede hoy el paso a este otro: #HoraDeVencer, que recogerá las experiencias nacidas al calor de esta primera fase de desconfinamiento, de recuperación de la vida fuera de casa aunque sea en torno a un perímetro de apenas un kilómetro. Estoy segura que nunca una distancia tan pequeña nos pareció tan grande, que en ninguna otra ocasión una minúscula cesión ha representado una conquista de semejantes dimensiones…Todo se ha vuelto relativo. Hemos aprendido a minimizar. Y es que ya no somos quiénes éramos porque 50 días en casa no pueden haber pasado en balde y nos han cambiado a unos más y a otros menos, un poco a todos… Porque aquellos que el pasado 14 de marzo cerramos la puerta de casa ya no somos los mismo que hoy las hemos vuelto a abrir, esta vez, para salir fuera…

Todo ha vuelto a cambiar, esta vez de manera evidente…También la ciudad cambió. Tal vez no su fisonomía pero sí nuestra percepción. Tenemos la sensación de mirar con otros ojos para descubrir lo que siempre estuvo ahí… Es posible que ahora prestemos atención a lugares por dónde pasábamos a diario cada cual metido en su dinámica personal, en su ajetreo, en su prisa, en su stress…Todos ensimismados, deambulando de un sitio a otro como robots programados, ignorando la belleza de nuestro entorno, pasando por alto los sonidos gratuitos de la naturaleza mientras caminamos a solas con los auriculares en los oídos enchufados a la música de spotify por la que pagamos, aislados de aquello que acordamos en llamar ‘mundanal ruido’ hoy más que nunca reivindicado y que ahora suena gloria bendita…

Las ciudades se han quedado desnudas por primera ante nuestros ojos mostrando su belleza más íntima, descubriendo algunos rincones secretos que, como apasionados amantes presos por el deseo, nos disponemos a conquistar poco a poco, acariciando la idea de no dejar escapar esta oportunidad que ojalá sea única…

Así se presenta mayo, abriéndonos la puerta, mostrándonos un nuevo camino por recorrer con sus luces y sus sombras seguramente, pero también un camino para transitar con la esperanza de conquistar la nueva vida… Porque no hay vuelta atrás, no queda tiempo para la nostalgia del pasado sino para la construcción del futuro…Pasemos unidos el primer Rubicón poniendo en ello nuestra energía y empeño porque es cosa de todos y de todos depende…Desoigamos las voces incrédulas que pretenden distorsionar los mensajes con mentiras…Impidamos que se instale una falsa posverdad que nos coma el ánimo y nos impida observar la realidad no sólo con espíritu crítico sino con la ecuanimidad necesaria porque estaremos consintiendo que ganen los insensatos, los aprovechados, los miserables sin escrúpulos que hacen proselitismo con la desgracia ajena… Es la #HoraDeVencer…Hagámos que sea posible…

Abril: un balance en claroscuro…

#YoMeQuedoEnCasa #UnDíaMenos

Día 47… ¿El covid nos robó el mes de abril…? A lo mejor es esto lo que podríamos responder al maestro Sabina si nos lo preguntara ahora…Pero no es así. Casi estuvimos a punto … ‘Casi nos vemos en abril’ como cantaban Los Secretos, pero será en mayo porque abril se nos va…Y lo hace cargado de ausencias, de fiestas sin celebrar, de encuentros aplazados, de discursos de ánimo, de aplausos, de llamadas telefónicas, de conciertos para acompañar y sentirnos acompañados…Treinta días de cifras mortales, de personas ingresadas, de familiares asustados, de incertidumbres, de miedo y de soledades…Y siempre, siempre, contando con el apoyo de un impecable colectivo: el personal sanitario que se ha desvivido para curar el cuerpo y aliviar el alma e insuflar esperanza a quienes más lo han necesitado…Gracias, nunca distéis tanto por tan poco…

Abril también ha sido el mes del silencio colectivo, del cierre y el vacío de las calles…El mes de los empleos perdidos, del acopio de personas que han engrosado las filas del paro…De niños y niñas que se quedaron sin la comida de los comedores escolares…De familias que acudieron por primera vez a los bancos de alimentos e instituciones como Cáritas o Cruz Roja…Personas con las despensas vacías y la cuenta corriente a cero o en rojo… Abril impulsó la crisis hasta su punto más álgido, nos dejó contemplar el paso de sus días con más pena que gloria para acabar prometiéndonos una bocanada de aire y un sol sobre el horizonte al aprobarse una ruta para la desescalada que permitirá paliar el confinamiento…

Afortunadamente compartimos el planeta con otros seres sintientes a los que mantenemos fuera de nuestras expectativas y apartados de nuestras vidas. Para muchos el mundo animal tiene escasa relevancia, a menudo pasa desapercibido y con frecuencia no lo tenemos en cuenta…Los seres humanos constituimos su mayor peligro. Nos hemos apropiado poco a poco de la mayor parte de sus espacios naturales obligándolos a retroceder hasta quedar apartados, confinados, constreñidos… Y ahora que hemos abandonado las ciudades, despejados los cielos de aviones, los mares de barcos, las carreteras de coches y con las calles libres del bullicio cotidiano, ellos han protagonizado tímidas incursiones, quien sabe, si con el fin de ‘recolonizar’ diversos puntos del planeta… Aquí en España se han observado ‘razias’ de pavos reales deambulando por el Retiro en Madrid; cabras sueltas en Chinchilla (Albacete); jabalíes en Barcelona… Algún zorro en Vigo e incluso un oso en Cangas de Narcea, Asturias…Urracas, mirlos, golondrinas, palomas, gaviotas sobrevolando grandes áreas urbanas…Delfines en Baleares y en Castro Urdiales, Cantabria y hasta ballenas en las costas almerienses…La naturaleza ‘reconquista’ las ciudades vacías por el coronavirus…

Y si bien es cierto que abril ha sido un mes super intenso, mayo se asoma entre abriéndonos la puerta -apenas una rendija- para dejarnos ver más allá de las ventanas y balcones…Cuando salga de casa a pasear tendré en mi haber 50 días de confinamiento, de soledad, de compañías virtuales, de lecturas, de escrituras en este blog que me han devuelto a cambio sinergias interesantes…50 días ganados para concluir temas pendientes, madurar ideas, concebir nuevos proyectos, reconectar con personas lejanas y retomar hábitos sanos…Y, en otro orden de cosas, también me han ayudado a descubrir algunos recovecos de ese otro espacio al que tan poca atención prestamos: el interior… En este plano, disponer de tiempo me ha servido para revisar el alma, aliviar viejas heridas, reordenar emociones, limpiar algunas telarañas ocultas en los rincones, mirar la cara de algún que otro fantasma, eliminar temores, reconocer y afrontar ciertos apegos…

En fin, un balance en claroscuro pues Abril ha resultado para mí tan escabroso como enriquecedor… Más de dentro de que fuera, más de dar que recibir, de sembrar que recoger, de ser que de estar… Y mañana será mayo… La aventura continúa…

36 días en ‘Macondo’…

#YoMeQuedoEnCasa

El desayuno es mi comida favorita. Hay quienes solo necesitan una buena taza de café pero yo necesito algo más…Unas buenas tostadas: una de pan de centeno y otra de pan blanco. A veces zumo o alguna pieza de fruta y una taza de café con leche…La preparación requiere una liturgia diferente al resto de comidas, de manera que tanto el café como el pan estén calientes y en su punto. Luego coloco todo sobre una bandeja y me dispongo a disfrutar del pequeño festín… Tanto en verano como en invierno, si el tiempo lo permite, me gusta sentarme al aire libre. Por estas fechas el canto de los pájaros me acompaña. Todo un placer para los sentidos…Y después de este ritual, estos días más valorado aún si cabe, me enfundo en el traje de ‘estar bien’, frase que repito cada día a quienes me llaman interesados en mi bienestar: ‘estoy bien’ les digo…

Alguna que otra vez se me ha ocurrido grabar con el móvil estos trinos mañaneros para enviárselo a mi hija y hacerle llegar sonidos que le recuerden a casa… Ella no quiere olvidar ni yo quiero que olvide…Las mujeres custodiamos y transmitimos la memoria familiar así que desde hace tiempo le desvelo, poco a poco, los ‘secretos culinarios’ , las recetas caseras de algunos guisos, los remedios naturales de algunos males y las historias más relevantes. Un relato que deposito con el respeto que merece todo legado familiar para que, llegado el momento, disponga de esa parte de la herencia que por su esencia emocional e inmaterial, constituye el más valioso cuerpo de bienes que se pueda traspasar…

No sé muy bien por qué me asaltaron todos estos pensamientos… Podría ser que 36 días en ‘Macondo’ den para mucho, incluso para la melancolía y la nostalgia. Tal vez por eso también recordé el nombre de la aldea ficticia recreada en la célebre novela de García Márquez, «Cien años de soledad» <https://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/garcia_marquez.htm>. Creo que la idea me surgió mientras escuchaba en un programa de TV diferentes hipótesis sobre el regreso a lo que empieza a denominarse la ‘nueva normalidad’. Me quedé perpleja cuando mencionaron una probable fecha de regreso a la vida tal como era a. c. (antes del coronavirus). No escribiré este dato porque no deja de ser una especulación y no está en mi ánimo preocupar gratuitamente…Lo cierto es que la noticia me dejó desanimada, preocupada y desalentada…Me provocó emociones encontradas, dudas y temores. Y recordé esta magnífica hipérbole llevada al extremo por del escritor colombiano, recreando hasta sus últimas consecuencias la ficción de Macondo con mapa incluido…De repente sentí como si la ficción hubiera cobrado realidad…¿Y si Macondo hubiera tomado vida propia en cada una de nuestras casas? ¿Y si al final nos engañamos creyéndonos figurantes coprotagonistas de un thrailer futurista?

A todos nos asaltan miedos universales y a cada uno los sus suyos propios, como, por ejemplo, el miedo al olvido: el temor a dejar demasiado atrás experiencias cercanas o a personas a quienes la distancia los deja demasiado lejos, pavor de no repetir sensaciones que en su momento no apreciamos o acciones cotidianas que no valoramos…Y entonces recordé aquel capítulo en el que José Arcadio Buendía explicaba a los vecinos de Macondo las consecuencias de la epidemia -también llamada ‘peste del olvido’- y la fórmula que Aureliano, su hijo, encontró para combatirla etiquetando cada cosa con su nombre…Pero lo más llamativo del texto de García Márquez es la capacidad de adaptación de los vecinos que normalizaron hasta tal punto lo que en principio fue una situación de emergencia, que aquella ‘organización eventual’ se convirtió en ‘natural’…Y eso me dio miedo…mucho miedo:

«Cuando José Arcadio Buendía se dio cuenta de que la peste había invadido el pueblo, reunió a los jefes de familia para explicarles lo que sabía de la enfermedad del insomnio, y se acordaron medidas para impedir que el flagelo se propagara a otras poblaciones de la ciénaga. […] Todos los forasteros que por aquel tiempo recorrían las calles de Macondo tenían que hacer sonar su campanita para que los enfermos supieran que estaban sanos. No se les permitía comer ni beber nada durante su estancia, pues no había duda de que la enfermedad sólo se transmitía por la boca, y todas las cosas de comer y de beber estaban contaminadas por el insomnio. En esa forma se mantuvo la peste circunscrita al perímetro de la población. Tan eficaz fue la cuarentena, que llegó el día en que la situación de emergencia se tuvo por cosa natural, y se organizó la vida de tal modo que el trabajo recobró su ritmo y nadie volvió a preocuparse por la inútil costumbre de dormir». (Gabriel García Márquez , Cien Años de Soledad).

La capacidad de los seres humanos para adaptarse es proporcional a la necesidad de supervivencia, de ahí que sea posible la catarsis: hacer de la excepción la norma…

Iglesia y mecenazgo…

#YoMeQuedoEnCasa

A pesar de prometerme a mí misma no atender demasiado a las noticias para no deprimirme más allá de lo justo y necesario, llevo varios días que, aún sin prestar oído, me llega un goteo de noticias que tienen que ver con la Iglesia y el covid-19. A decir verdad, casi todas las noticias forman tándem con el coronavirus, ese virus que engorda a base de tragarse nuestras vidas, nuestra economía, nos aparta de seres queridos y merma nuestras libertades… La pandemia ocupa los primeros planos de la información, algunas televisiones y canales de radio están entregadas por entero al análisis estadístico, médico, económico y político del día a día. Los tertulianos y tertulianas continúan colaborando desde casa, aportando puntos de vista, haciendo predicciones sobre la ‘nueva vida’ después del confinamiento…El caso es que el coronavirus, como una buena capa, está ocultando otros problemas y cuestiones que están quedando rezagadas en nuestra memoria. ¿Quién se acuerda del desfalco del Rey Emérito? ¿De la supuesta renuncia a la herencia del actual Rey? ¿Qué pasa con el IBI de la Iglesia? …

Hace apenas un par de día, en una cadena de radio local, un periodista preguntaba a un representante eclesiástico (no sé que rol desempeñaba) sobre su participación y colaboración en beneficio de los afectados por la epidemia…No escribiré lo que pensé en ese momento…Podría, acogiéndome a la libertad de expresión, que también yo conozco mis derechos…Pero no lo haré por respeto a quienes simpatizan con la institución… Porque la respuesta hacía alusión a las acciones de Cáritas y Cruz Roja, organizaciones gestionadas por laicos…O sea que de lo que se han preocupado es de movilizar al voluntariado para que den la cara, mientras ellos se colocan las medallas y reparten bendiciones que para eso son gratis…Como si ese fuera su único cometido…O sea, que como los grandes estrategas, piensan y toman decisiones desde sus confortables despachos. Ordenan, mandan y dedican palabras bondadosas que hablan de ‘caridad’ y ‘amor al prójimo’…Acciones a pie de calle, compromiso directo con la ciudadanía, poco, muy poco…

En la misma cadena, escuché también las declaraciones del Obispo de una diócesis cercana, a quien se le interrogaba sobre el posible pago del IBI, impuesto que el Ayuntamiento de la ciudad desea cobrar de aquellos edificios propiedad de la Iglesia, que no están destinado ni al culto ni a la docencia. El señor Obispo se reía a carcajadas mientras hacía referencia -se ve que están bien informados- a la Ley de Mecenazgo, añadiendo su extrañeza ante la pretensión del alcalde (por cierto, de Unidas Podemos). Concluyendo que si tenían que pagar, pagarían…Faltaría más pensé…Y me mu.

El concepto ‘mecenazgo’ se remonta a tiempos de Cayo Plinio Mecenas, consejero político de César Augusto, defensor e impulsor de las artes en la Roma Imperial y protector de jóvenes talentos que destacaron en el terreno de poesía, entre quienes podemos señalar a Horacio (Vid. post anterior <https://wordpress.com/blockeditor/post/lapensadoragaditana.blog/1139>). Durante el Renacimiento el mecenazgo fue más allá de la poesía, extendiéndose a las artes en general. En la actualidad abarca tanto a las artes y las letras como a la ciencia y la investigación…

«El actual régimen fiscal de las Instituciones de la Iglesia Católica en España deriva, en primera instancia, del Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español para Asuntos Económicos suscrito el 3 de enero de 1979», tiene rango internacional y estuvo refrendado por el Congreso y el Senado. Dicho tratado está regulado de forma similar con más de cien países y prevé una serie de beneficios fiscales para «una lista cerrada de entidades de la Iglesia» entre otras: Conferencia Episcopal, Diócesis, Parroquias y Órdenes y Congregaciones religiosas…Desde 1979 hasta hoy se han introducido pequeñas modificaciones acordes con nuestro régimen tributario, siendo la más importante la que se efectúa en diciembre de 2002 tras aprobarse en España la denominada ‘Ley de mecenazgo’ que, para sorpresa de todos, ensanchó considerablemente la amplitud de exenciones fiscales de las que ya gozaba la Iglesia…

Como no soy experta en asuntos del fisco, dejo en enlace para quienes quieran profundizar en los pormenores de esta ley… <https://www.portantos.es/regimen-fiscal> No me responsabilizo de la indignación que pueda provocarles conocer las prebendas que la actual Institución mantiene en los tiempos que corren y, sobre todo, el cabreo con los políticos que a estas alturas no tienen el ‘valor’ de recortar privilegios y desamortizar bienes, si fuera necesario, en favor de los marginados y pauperizados por la crisis y la pandemia…Al fin y al cabo, tenía entendido que esta era la esencia, la naturaleza y el fin último que persiguieron aquellas primeras comunidades, estandartes de libertad y caridad cristianas…

Nota: Vaya por delante mi reconocimiento a los hombre y mujeres de buena fe, peones en el tablero de ajedrez, con la mirada en el cielo pero con los pies en la tierra…Ellos y ellas colaboran y arriesgan en primera fila de batalla…Cuidan y preservan la esencia del ‘mensaje’ y constituyen los auténticos pilares de esta Institución…No caeré en el tópico porque sé que todos o todas ‘no son iguales’… Afortunadamente…