
Aquellos maravillosos años continuaron un poco más…Por mucho empeño que pusimos no pudimos detener el tiempo que pasó inexorablemente llevándose algunos sueños, barriendo parte de nuestras expectativas, devolviéndonos realidades imprevistas…
Aterrizamos en COU en diferentes institutos… Aquel curso nuestros cielos se llenaron de nubarrones negros que dejaron paso a sucesivas tormentas, hasta que despejó y lució de nuevo el sol en nuestros horizontes. Conforme avanzaba el tiempo se agregaron a nuestras vidas nuevos amigos y amigas, compañeros de clase que a su vez nos presentaban a otros y a otras…Empezamos a quedar los fines de semana para ir al cine, para tomar una caña y cuando alguna casa se quedaba libre organizábamos alguna que otra fiestecita o algún evento propicio para conocer a los chicos ‘más de cerca’, apartadas de los ojos ajenos, siempre atentos y dispuestos a salvaguardar nuestra virginidad, tema recurrente donde los haya en una época en la que lo importante era oponer resistencia, frenar las pasiones y cargar con la responsabilidad de los pecados del sexo contrario…A ellos les estaba permitido tentarnos una y otra vez, porque claro, eran ‘hombres’ y como tales ponían a prueba su capacidad de seducción, su virilidad, su hombría, desde la cual nos calificaron en función de nuestro grado de oposición o facilidad previa a dejarnos hacer…
El desempeño de estos roles, instalado en el discurso masculino durante los 60-70, reforzó una idea que aún subyace en el imaginario social masculino: cuando una chica dice no en realidad quiere decir, cuando menos, que ‘a lo mejor’, que ‘puede que sí’ aunque no inmediatamente…Un error del que aún quedan secuelas…Mi generación vivió a caballo entre los residuos del franquismo y los inicios de la democracia. Tuvimos que elegir entre quedarnos anclada y alineadas con la ideas gestadas en la dictadura o dejarlas detrás, subirnos al carro del nuevo orden que se avecinaba y ‘romper moldes’…Yo me apunté a esto último…En mi familia fui la primera en fumar, en viajar antes de casarme, en separarme y en otras muchas cosas más… Muchas veces me calificaron de ‘rarita’ y es que con frecuencia no encajaba y cuando me fui haciendo mayor, ni yo ni mi vida tenían que ver con la primas de mi misma edad…
La verdad es que estábamos marcadas y machacadas por una educación de doble moral y doble cara en la que lo verdaderamente importante era ‘parecer’ y no ‘ser’. Ese era el juego. Nos castraron, nos hicieron creer que seríamos seres despreciables si no nos dejábamos conducir por aquellas normas implantadas por los hombres y para su beneficio…Afortunadamente mi padre fue mucho más moderno y avanzado que mi madre en estas cuestiones. Confiaba en mí, quería que fuera independiente por eso quiso que tuviera una profesión y un trabajo. Por eso no hizo distinción entre mis hermanos y yo y estuvo muy orgulloso de su única hija (yo) una vez superada aquella etapa de ‘niña terribili’…
Cuando recuerdo este tiempo la imagen que acude a mi memoria es la de mi prima Ani. Ni ella ni yo tuvimos hermanas así que asumimos ese parentesco para cubrir la carencia. Tenía tres años más que yo. Faltaba mucho a clase porque le daban ataques de asma y yo le llevaba los deberes a casa. Mi tía y mis primos vivían con mis abuelos en una casa muy grande. Muchos fines de semana me iba con ella. Recuerdo aquella habitación de techos altos con un balcón que daba a la calle Real, entonces carretera nacional. De madrugada transitaban algunos camiones y sobre las paredes se dibujan las sombras de las contraventanas que alteraban su forma al paso de los grandes vehículos…Algunas veces me despertaba y la veía sentada en el borde de la cama ventolín en mano, respirando con dificultad y un pitido de fondo…Me sentaba junto a ella hasta que se le pasaba…Ani murió. Fue la primera muerte que me tocó de cerca y no la pude llorar, ni supe gestionar mis emociones así que su duelo me atrapó y sumergió en un período que me apartó de todo, incluso de los estudios. Estuve confundida y buscando respuestas en lugares equivocados…otra vez…
La muerte de Ani pasó como pasan las cosas de la vida, aunque tuvo un alto coste Digerir aquello me llevó tiempo hasta que finalmente las aguas se calmaron y volvieron a su cauce. Libre de tanto peso continué mi camino y mis estudios que finalicé con éxito. La muerte del dictador Franco trajo algunas movidas callejeras que también se vivieron en Cádiz. Recuerdo que más de una vez tuvimos que correr por la Cuesta de las Calesas hasta escondernos en un portal: los ‘grises’, apostados en la la esquina de la antigua tabacalera, lanzaban sus famosas bolas de goma, negras y macizas contra los estudiantes encerrados en la parroquia de Santo Domingo…Me hice muy amiga de Leonardo, un chico que militaba en la Liga Comunista Revolucionaria y de Antonio, activista del Partido de los Trabajadores…Antonio me regaló el libro de Máximo Gorki, «La Madre» que narra la historia de Pelagia una joven campesina rusa en la que Gorki simboliza el despertar del pueblo…Mis compañeros y compañeras eran de todo menos políticamente correctos…Yo aprendí mucho de ellos y, aunque nunca milité en ningún partido, me sensibilicé con todo lo que tenía que ver con la desigualdad social, los derechos de los trabajadores y de las mujeres…
Lamento reconocer que luego me aburguesé un tiempo hasta que mi yo más auténtico se apoderó de mí y, como un vendaval, arrasó todo cuanto encontró a su paso…A estas alturas del relato la memoria no me traiciona y me muestra, sin ambages, los retazos y episodios que constituyen, hoy por hoy, los anclajes que sustentan y dan pleno sentido a mi vida…Aún así, nada se puede dar por concluido, por eso si tuviera que definirme diría que estoy en ‘ permanente proceso de construcción’…Y que dure muchos años…
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