De vez en cuando tengo que desconectar de los informativos, de la prensa, de las tertulias de la radio o de la TV. Me cansa y me hastía tanta falsedad, tanta demagogia y tanta estadística. Creía que las matemáticas eran una ciencia exacta, pero cada análisis, según sea la tendencia política de quiénes lo hagan, así son los resultados o proponen uno u otro vencedor. Todo está manido, manoseado, retorcido, toqueteado hasta la saciedad. Y me digo a mí misma que será lo que tenga que ser, y aunque me sienta un poco escéptica, descreída, iré a votar y votaré con lealtad, al calor del único espacio en el que considero están quienes creen en la ‘justicia social’ e intentan gobernar para todos -con todos sus errores- no solo para el bienestar o el ‘mejor estar’ de las élites y los económicamente poderosos…
Sí. Cuando me saturo hago un paréntesis, me tomo un descanso, y en lugar de las noticias miro la sección del periódico dedicada a la fotografía. Así fue como me tropecé con las de Tiago Ramírez tomadas en el aeropuerto de Buenos Aires dedicadas a indigentes que aprovechan el vacío de las noches sin vuelos, para progerse de la interperie. Como aficionada todas me parecieron magníficas, particularmente esta de la cabecera. Como ser humano, como persona, me conmovieron, por la fuerte carga emocional que contienen y porque coloca, a quien las contemple, frente a la realidad social del momento que vivimos.
¿Quién podría negar que la imagen del indigente durmiendo en el suelo y el señor de la calle con su maleta no sean (o representen) las dos caras de una misma moneda? ¿Acaso ambas situaciones no podrían simular la misma persona en una secuencia temporal marcada por un antes y un después? El señor de la maleta podría representar el pasado y el indigente él mismo en el futuro.
Los indigentes de hoy no son cómo los de cuando yo era pequeña que lo eran por condición y nacimiento, hijos nacidos de la miseria y en la miseria. Hoy hombres y mujeres que tuvieron trabajo, casa y comida han caído de este estatus para pasar a vivir en la calle, comer de la caridad y vestir de la solidaridad ajena. Son los desposeídos, herederos de la crisis económica de 2008 y de la pandemia, los nuevos miserables, sin paro, ni ayuda familiar a los que ha alcanzado, como mucho, el IMV…
Conforme lo pienso, me doy cuenta del valor de la imagen y de cuánto puede captar y transmitir una fotografía. Y a medida que lo reflexiono caigo en la cuenta y pienso en cuánto jode el tópico que dice que ‘una imagen vale -o dice- más que mil palabras …’
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