La palabra ‘pensar’ implica la acción de analizar con nuestra razón las ideas y comportamientos para luego adoptar decisiones o resoluciones…o no…

De vez en cuando a una le gusta compartir lo que piensa. Expresarse. Contar. Como dice Pablo, mi nieto, ‘narrar’… Porque narrar es lo que hacía mientras el avión se desplazaba despacio buscando la pista de despegue. Su mano estrechaba la mía con fuerza porque, aunque lo disimulara, tenía miedo. Por eso le ‘narraba’ paso a paso los previos: la lanzadera, la ruta, los sonidos y las señales hasta que finalmente nos elevamos y pudo encender la tablet para jugar… A mi me desaparecen los miedos cuando tengo información porque cesa la incertidumbre, porque dejo de fabricar historias en mi cabeza, porque me guste o no la respuesta, mi miedo queda refrendado con la verdad y ya no puedo fantasear con supuestas hipótesis. Por eso Pablo se relajó y se soltó de mí tranquilo… Por cierto este ha sido mi primer vuelo postpandemia. El primer contacto con muchos desconocidos a la vez bajo protección del protocolo covid. En mi opinión la mayor parte de la población parece haber asumido las medidas básicas de seguridad y, en general, se nota una dinámica de respeto intentando no invadir el espacio ajeno, ni colarse, ni hacer trampas, ni saltarse las normas… Igualmente percibí cierto nivel de confianza -ausencia o superación del miedo inicial diría yo-. Un alto grado de seguridad seguramente proporcionado por la vacunación. En fin, parece que lo peor ha pasado, que poco a poco nos vamos adentrando en la denominada era postpandémica…
No obstante y, a pesar de todo, cuando tengo ocasión de comentar estas y otras sensaciones con familiares y amigos de mi edad, a pesar de coincidir en la idea de experimentar una normalidad cada vez más parecida a que teníamos, también estamos de acuerdo en el coste personal que ha representado. En las secuelas individuales. En la mayor o menor influencia que sobre cada uno en particular ha ejercido el confinamiento forzoso así como el voluntario y preventivo…La intensidad del miedo ha sido diferente, sobre todo según la edad. Los más mayores piensan que les robaron ‘el mes de abril’ como dice la canción, que aunque Amaia cantara aquello de ‘veinte años no es nada’ lo son y dos años para algunas personas pueden significar la frontera entre poder hacer o no (y esta idea la tomo prestada de mi hermano).
Es imposible no considerar los daños colaterales e intentar olvidar, pasar a la siguiente pantalla y seguir… No será tan fácil y requerirá tiempo…
Al hilo de estas reflexiones me vinieron otras ideas a la cabeza. Ráfagas, retazos de la vida y del mundo. De cómo me veo, de cómo me proyecto, de como era y como soy, de lo vivido, de lo venidero, de lo que he sentido, de lo que siento…De cómo me siento… Cuando analizo mi mapa emocional veo un puerto marcado con una cruz al que siempre vuelvo aunque solo sea para recordar que una vez eché el ancla y me quedé varada. Que me sumergí en aquella aguas y viví al socaire de días soleados, de noches estrelladas bajo a la luz de la luna. Y aunque Sabina repita que ‘al lugar donde has sido feliz no debieras tratar volver…’ prefiero -como dice su colega Perales- navegar en un ‘velero’, abrir estelas en el mar y, con un poco de suerte, quien sabe si tropezarme con un par ojos azules que me pregunten ¿cómo estás? En fin, lo que quiero decir es que como tengo superados la mayoría de los tópicos si que me atrevería a volver -al menos un ratito- allí dónde fui feliz, incluso a sabiendas de que no puedo quedarme…
¿Adicta al riesgo? No creo…
Puede ser que a estas alturas de la vida, cuando el trayecto recorrido alcanza casi la totalidad de la misma (teóricamente claro) una dedique gran parte del tiempo a revisar, recordar, reinventar…
Me encantan las palabras que llevan el prefijo re-…
Renglón seguido y, aunque nada tenga que ver con canciones y menos con Sabina o Perales (ya anticipo que el post es un batiburrillo de ideas pero con sentido…) recordé aquella célebre frase que pronunció Heráclito de Éfeso cinco siglos a. de C. : ‘todo fluye, nada permanece’. O sea que la vida es ser y no ser, que todo pasa en un plisplás, que somos para dejar de ser pero mientras existimos y somos ansiamos eso que llamamos ‘felicidad’. Una palabra que carece de homóloga y que los diccionarios relacionan con todas aquellas que la conforman y definen: dicha, bienestar, suerte, prosperidad, ventura, fortuna, contento, alegría, bonanza, satisfacción…
Y si alguien dice lo contrario, probablemente se miente a sí mismo…
Mucho ha llovido desde entonces aunque la afirmación ‘heracliana’ se mantiene vigente, no ha perdido pujanza tal y como ha quedado demostrado con la pandemia. Es más, nuestra concepción individualista se tambalea porque hemos experimentado la interdependencia como consecuencia de la globalización, porque ya no podemos ‘pensarnos’ como seres individuales sino en interconexión con resto de seres y con el planeta. Una idea instalada en la memoria colectiva oriental desde hace milenios que nosotros acabamos de descubrir…
Y con el tiempo diremos que la idea fue nuestra…
Los pensamientos continuaron y por si no fuera poco, en medio de este tinglado me vino a la cabeza un libro de Bauman sobre su teoría del ‘mundo líquido’ y su concepción sobre lo que él entiende como ‘sociedad líquida’. Una sociedad en continuo cambio en la que los individuos deben adaptarse constantemente y a velocidad de vértigo…La metáfora del ‘fluido’ resulta verdaderamente clarificadora por cuanto expresa la enorme versatilidad de la época moderna a la que pertenecemos. Cuando Bauman diserta sobre ‘la vida líquida’ estipula que los comportamientos colectivos tienden a devorar el mundo que les rodea, otorgándole la cualidad de cautivar y crearnos la ilusión de la necesidad de consumir constantemente, considerando que tenemos necesidades que realmente no son…Todo los fluidos se adaptan a su recipiente…Eso hacemos en la sociedad actual: adaptarnos sin cesar…
Perdonen si la entrada resulta un tanto caótica, a mitad de camino entre la propia inspiración y la conversación con una ‘musa’ que aparece y desaparece, a quien agradezco el soplo de iluminación insuflado…
Es condición de ‘la pensadora’, como buena cartesiana, considerar que existir es pensar, aunque a veces lo haga en exceso sobre lo que debería y lo que no… Y este es el resultado de la parte que considero ‘personal y transferible…’
Ergo habrá más… Otro día…
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