Samuel Beckett en su obra Textos para nada, se expresaba diciendo: «[…] mis palabras son mis lágrimas [….]». El llanto es una reacción a un estado de ánimo que no sólo relacionamos con el dolor o la tristeza, también lloramos de alegría o de risa…A lo largo de la Historia el llanto ha sido regulado mediante normas sociales que han marcado cuando y dónde se considera oportuno o propio e incluso ‘bien visto…’

Todos conocemos frases o aforismos alusivos a las lágrimas: ‘lágrimas de cocodrilo’, ‘sangre, sudor y lágrimas’, ‘no derramó ni una lágrima…’ Hasta Peret cantó aquella famosa rumba que decía ‘una lágrima cayó en la arena…’ Y luego están , ‘el valle de lágrimas’ y ‘las lágrimas de San Lorenzo’ con las que nos referimos a las Perseidas, esa lluvia de estrellas propia del verano…
El llanto es un acto biológico nacido desde el impulso de una emoción y como tal forma parte de la biología. Luego los psicólogos analizaron las emociones que las provocan. Más tarde se subieron al carro los historiadores con el pretexto de analizar las emociones como constructo social y finalmente llegaron los sociólogos con el fin de profundizar en los contextos culturales en los que solemos ‘llorar’ averiguando, de paso, el grado de tolerancia, aceptación y permisividad del entorno…O sea que el llanto como emoción o manifestación de una emoción, presenta muchas caras. Cómo las dejamos fluir y, en general, las diferentes manifestaciones emocionales, tienen todo que ver con la cultura. Y para muestra, a muy grandes rasgos, baste mirar hacia Oriente…
En el marco de la historia de las emociones las lágrimas han sido objeto de estudio en general y desde la perspectiva de género en particular pues, como veremos, el llanto no sólo es una respuesta emocional a nivel personal e íntimo sino también social que, en el devenir de los tiempos, acabó relacionándose, sobre todo, con las mujeres. No es un secreto que las emociones también se han feminizado, etiquetado y clasificado en función del género: ‘llorar es de nenas’ y por eso ‘los hombres no lloran…’ Pobres…Toda la vida controlando y llorando a escondidas… En fin, un residuo más en el imaginario colectivo de un período en el que la ‘castración simbólica’ estuvo a la orden del día y, por eso, según parece, los hombre son menos proclives al llanto. Durante generaciones los padres educaron a los hijos varones siguiendo algunas de estas máximas: “los niños que lloran son unas nenazas” o “ no llores, sé un hombre…» Una pedagogía que potenció las categorías sexo/género en base a las cuales hemos construido un cliché del que aún quedan ciertos residuos y por eso se califica a las féminas como débiles, cambiantes y lloronas en contraposición a los hombres definidos como fuertes, seguros y autocrontolados…En su favor he de decir que los discursos sobre la masculinidad están siendo actualmente revisados y un nuevo ‘prototipo’ de varón, apto para el siglo XXI, comienza a pulular…Aunque ya se sabe, como es un ‘prototipo’, aún escasea…
En fin las lágrimas han sido objeto de estudios desde muy atrás en el tiempo. Ya en el siglo XVI interesó su origen fisiológico sustentado en la teoría hipocrática de los humores: húmedos, propios de las mujeres y cálidos, característicos de los hombres. Ambos compuestos por los diferentes fluidos del cuerpo: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. Cuando la homeóstasis se interrumpía, es decir, se desequilibraban, sobrevenían las enfermedades cuya curación se trataba con purgas y sangrías que purificaban tanto en cuanto expulsaban del cuerpo parte de dichos líquidos. En este sentido las lágrimas se entendían como catarsis o liberación tal y como se explica en los tratados del médico navarro Huarte de San Juan o del humanista Juan Luis Vives, quien defendió que las lágrimas eran ‘humores destilados…’
Más tarde en el siglo XVII Descarte observó una serie de matices que relacionaban el llanto con otras reacciones del cuerpo. Por primera vez se mencionaron las emociones como mezcla de pasiones primarias (amor, odio, tristeza, dicha, asombro y deseo) mezcla que, dependiendo de las ‘pasiones’ que predominaran, podían derivar en personas más o menos lloronas. La novedad cartesiana fue observar en primicia las reacciones del cuerpo y de la mente no aisladas sino ligadas, relacionadas unas con otras. En esta dirección continuaron, posteriormente, los estudios de Darwin…
Otra cuestión no menos relevante que apostilla la relación causa-efecto del llanto se refiere a la composición química de las lágrimas. En general son compuestos acuosos con un pequeño porcentaje de proteínas, minerales, lípidos y enzimas que alteran dicha composición según la emoción que las origine. Así las lágrimas provocadas por el dolor o el sufrimiento no son químicamente exactas a las que se producen como consecuencia de la risa, la alegría o cuando cortamos una cebolla…

Por otro lado e independientemente del proceso fisiológico desencadenante del acto mismo del llanto, la sociología se ha encargado de analizar su interacción social o, dicho de otra manera, de cómo algunas emociones se convierten en ‘construcciones sociales’ y cómo pasan a formar parte del lenguaje visual y de la representación característica de determinadas sociedades tanto del pasado como actuales. Así las lágrimas han podido resultar tan efectivas para seducir como para convencer…Lágrimas para enamorar o para conmover… Y de ahí que durante siglos se haya regulado tácitamente cuándo es correcto y adecuado llorar, cuáles son los escenarios aptos o convenientes para representar públicamente el dolor o la excesiva alegría y a quiénes les está permitido o tolerado… A modo de ejemplo baste recordar a las plañideras que los antiguos romanos contrataban en los funerales y bodas, actos en los que llorar se consideraba una expresión de dolor o de dicha y felicidad. Otro ejemplo, en sentido místico, sería la ‘transverberación de Santa Teresa” así como las visiones autobiográficas en el “Libro de la Vida” en el que las lágrimas tuvieron un papel destacado…En fin, resultaría demasiado largo y prolijo repasar cuanto se ha dicho y escrito sobre las lágrimas y el llanto a lo largo de la historia, así que acelero para detenerme en ejemplos concretos..
Mis palabras son mis lágrimas...escribió Samuel Beckett. Y tenía razón…Estoy segura que recuerdan el caso de la violación múltiple de aquella chica de Pamplona y también cómo la prensa y parte de la opinión pública comentaba sobre la conducta que se esperaba de ella, es decir, un estado de depresión, miedo, tristeza, abatimiento…De todo menos valentía y mantener la cabeza alta…Bien, ahí entraría el llanto como respuesta socialmente ‘esperable’ de una mujer ‘violada’. El llanto, por tanto, sigue estando regulado a través de acuerdos sociales tácitos.
Pero quizá uno de los ejemplos más claro los encontramos si retrocedemos hasta la época moderna (s. XVI al XVIII) tiempo en que el llanto, los sollozos y los gemidos fueron conductas determinantes en los relatos de mujeres en procesos de demandas de divorcio. Los tribunales consideraban las lágrimas como signos de evidente perturbación y dolor, emociones esperadas y deseadas por quienes juzgaban los hechos. Así, llorar en el momento adecuado se convertía en una estrategia de credibilidad. Es decir, que la narrativa más que ‘ser veraz’ debía ‘parecer veraz’. O lo que es lo mismo, el llanto constituyó para muchas mujeres una conducta que otorgaba o acentuaba su condición de honestas, bondadosas, abnegadas y, sobre todo, a-rre-pen-ti-das… Dejar correr una lágrima por la mejilla en el momento y lugar adecuado resultó ser altamente eficaz…Si, además, las palabras iban acompañadas de otros gesto, suspiros y palpitaciones con las manos colocada sobre el pecho, las posibilidades de ganar la defensa aumentaban…Pocas demandas de divorcio prosperaban pero estos comportamientos aprendidos, acordes a los valores imperantes en la sociedad de aquel tiempo, resultaron muy útiles y quedaron incorporados al imaginario femenino…
El llanto ha quedado asociado en la memoria colectiva a manifestaciones emocionales plausibles e incluso elogiables en determinados actos y espacios. No obstante y, volviendo a la teoría de los humores, las lágrimas, enraizada a los humores húmedos dominantes en la naturaleza de las mujeres, según dichas teorías han dejado su rastro en la subjetividad femenina y continúan siendo interpretadas como expresión propia de dicha condición, mientras que en los varones ha quedado relegado al ámbito de la más estricta privacidad… Nos guste o no, las lágrimas continúan siendo una categoría de análisis en nuestra sociedad actual cuyo contenido e interpretación difiere en las culturas orientales. No hace mucho leí en un artículo que la reina Letizia ha prohibido a sus hijas, entre otras cosas, que lloren en público, de ahí que casi siempre que aparecen ante las cámaras esbocen una espléndida sonrisa. Este autocontrol emocional viene de muy atrás pues, desde siempre, tanto los miembros de la monarquía como de la alta nobleza, por protocolo, están obligados a ser comedidos al expresar sus emociones tanto positivas como negativas…
En definitiva el llanto profundo nos permite desahogarnos y activa la función de las neurotrofinas (proteínas capaces de favorecer la plasticidad neuronal). Dicho de otra forma, el llanto es ‘reparador y terapeútico’. Favorece nuestro aprendizaje, nos ayuda a ser más creativos, resilientes, capaces de poner en marcha nuevas conductas que nos permitan adaptarnos mejor a nuestros entornos. En estos tiempos que corren el llanto es una emoción que ha pasado a primera fila por su poder para sanar y fortalecer nuestro maltrecho ánimo… Casi me atrevería a afirmar que ‘llorar también es de sabios…’

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