
En una mañana de otoño, por el mes de octubre, se encontraba Sancho enfermo, a lo que fue a visitarle el hidalgo don Quijote:
−¿Qué le ocurre fiel escudero, que esta mañana no has venido a verme?−
−No sé qué me está pasando, pero siento como si me estuviera muriendo−
−Mi buen amigo, ¿qué tomaste anoche que te sentara tan mal?−
−Comí un pescado que cogí en el río con toda mi ilusión y que cociné con habas secas−
−No te preocupes mi fiel amigo, voy a ir con Rocinante a los Gigantes a que me den el medicamento para ti−dijo don Quijote, siempre teniendo presente su locura creativa…
Finalmente don Quijote regresó lleno de magulladuras por la lucha contra los ‘molinos’ pero sin el medicamento, claro. Y aunque se suele decir que la intención es lo que cuenta, la experiencia nos demuestra que la sola intención casi nunca es suficiente.
En 1851 el filósofo Arthur Schopenhauer planteó el ‘dilema del erizo‘, a través del cual nos invita a preguntarnos hasta donde podemos acercarnos o distanciarnos de una persona sin resultar heridos. Para el pensador la soledad es un valor destacable que, en su opinión, todos deberíamos conquistar desde el interior. Para Schopenhauer la vida en sociedad fue un invento para que todo fuera más fácil, pero el instinto social de los hombres no se basa en el amor a la sociedad, sino en el miedo a la soledad. Estoy de acuerdo con el filósofo en algunos aspectos. También creo que es importante aprender a estar solos y a gestionar la propia vida sin dependencias. Y aunque dicho así suena bien, la soledad -impuesta o no- no resulta fácil en aboluto y a muchas ocasiones produce un enorme sufrimiento.
En fin, muchos expertos señalan que vivir solos es todo un arte, que la soledad elegida es un verdadero placer y una fuente de felicidad. Luego, en otro extremo se encuentra la soledad impuesta. Es el caso de personas que qusieran vivir en compañía pero por diferentes razones no la tienen, Muchas son incapaces de ir solas al cine, o sentarse a tomar un café, y aunque permanecen interconectados vía redes sociales, se sienten afectivamente solas. El libro «Honkok: el arte de vivir en soledad» escrito por Francie Healey, explora precisamente la falta de compañía, la soledad, intentando normalizarla y plantearla como una tendencia, sin más. De ahí que utilice el término subcoreano ‘honkok’ -solitario-. El punto de partida que la autora establece es la difernciación entre ‘estar sola y sentirse sola’. A partir de aquí expone y desarrolla toda una serie de estrategias y recursos para lidiar con dicha situación.
Finalmente existe esa otra soledad que llega sola, valga la redundacia, y a unas alturas de la vida que ya tiene pocas soluciones y menos alternativas: la de los mayores. La pandemia la mostró con toda su crudeza y algo deberíamos haber aprendido, pero no. Ni siquera se han depurado responsabilidades y a estas alturas los familiares de los fallecidos continúan esperando que el peso de la justicia caiga sobre los responsables, que continúan sin asumir sus errores ni pedir perdón. En definitiva, el estigma de la soledad es una lacra más del siglo XXI que, según datos recientes, afecta tanto a mayores como a jóvenes, aunque este sería otro tema.
Algunos países han intentado hacer algo al restecto. Y aparte de Japón que nos pilla más lejos, en 2018 en Reino Unido, alertados por un informe de la OMS advirtiendo de ser el país europeo con mayor número de personas aisladas, señalando la escalofriante cifra de unos nueve millones, se creó bajo el mandato de Theresa May, un Ministerio de la Soledad, inspirado en la idea que había acuñado años atrás Jo Cox la joven parlamentaria laborista asesinada en junio de 2016, ministerio que presidió por primera vez la Secretaria de Estado Tracey Crouch, diputada tory. Entre los estudios impulsados desde dicha institución, un informe tristemente concluyó -entre otras cosas- que unos 200.000 ancianos mantendrían una sola conversación al mes, además de señalar que la soledad puede ser “tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos al día”.Ejemplos que los expertos subrayan para explicar que la esperanza de vida se acorta conforme el aislamiento se vuelve más severo.
Aquí en España el pasado año se creó un Observatorio para combatir la soledad, organismo que presentó en su día el Secretario de Estado de Derechos Sociales. Si consultan la web podrán hacer su propia reflexión y sacar sus propias conclusiones. A mí personalmente me da la impresión que ya tenemos suficiente información y sobrados estudios, estadísticas e informes, como para conocer el estado de la cuestión y contar con una casuística suficientemente representativa. De vez en cuando a los gobiernos se les ocurre alguna parida que tiene que ver con el tema, parida de la enseguida se hacen eco los medios afines para publicitarlos y aprovechar titulares en épocas de crisis, pérdida de votos o campañas electorales…Ahí queda todo. Mucha teoría sin materializar y proyectos sin concluir. Si de verdad quisieran abordar este problema y atajarlo se lo plantearían con una mirada larga y una generosa partida económica, además de realizar nuevas propuestas y modelos de atención a jóvenes y mayores, para que sean atendidos por profesionales formados, asumiendo que el formato actual es obsoleto porque la sociedad ha cambiado.
Las soluciones a estas deficiencias deberían venir de manos del Estado, independientemente de otros proyectos privados sólo al alcance de unos pocos. En todo caso cualquier gesto solidario es bienvenido, como por ejemplo la iniciativa puesta en marcha por la cadena de supermecados JUMBO, procedente de los Países Bajos, abriendo en sus tiendas una caja lenta para los mayores con la intención de darles la oportunidad de conversar con el cajero o cajera de turno, chicos y chicas elegidos a conciencia, con ciertas aptitudes, paciencia y buen trato, que han alegrado los días a muchos clientes escasos de vida social. A mi me ha parecido un gesto que denota una gran sensibilidad y complicidad para con los mayores. La medida parece haber tenido una buena acogida, tanto es así que en Holanda se implentaron más de 200 cajas de este tipo.
En fin, el debate está servido. Sociólogos, psicólogos, psiquiatras, geriatras y médicos, han opinado y advertido sobre las nefastas consecuenias de la soledad, lanzando así una mirada multidisplinar, desde diversas perspectivas, que confluyen y coinciden señalando la necesidad de plantear nuevas estrategias de atención que ayuden a quienes viven solos y aislados, de manera particular a los mayores. Nos guste o no, y con un poco de suerte, todos entraremos algún día en esa etapa y las expectativas como país nos indican que será en un futuro cada vez más próximo…
Este será otro gran reto para los gobernantes de este siglo. Habrá que pensar bien a quienes votamos…
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