Maternidad, maternidades…

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Sobre la celebración del día de la madre hace ya muchos años que recibimos una llamada de atención por parte de determinados sectores socioeconómicos, los cuales diseñaron una propuesta sobre cómo festejarlo. Nos sumergimos así en una dinámica consumista promocionada por firmas y marcas de cierto prestigio, como por ejemplo el Corte Inglés, el mismo que más tarde  se apropió también de la ‘primavera’ y de la ‘vuelta al cole’. El bombardeo propagandístico plagado de eslóganes pegadizos, martillearon incesantemente nuestras cabezas y permearon nuestros subconscientes hasta conseguir introducirnos en el engranaje. Queda claro que cualquier excusa es buena para animarmos a consumir y que el día de la madre contaba con ingredientes suficientes para encandilar al público. Porque ¿cómo negarse a reconocer la polifacética labor de las sufridas madres, reinas de la casa, administradoras domésticas, enfermeras, cocineras y cuidadoras, con un pequeño detalle o un enorme detallazo, directamente proporcional al volumen o profundidad de cada bolsillo y a la generosidad material de cada cual?

Y sin embargo detrás de esta concepción nacida en nuestra sociedad capitalista, la celebración de este día hunde sus raíces en el Antiguo Egipto y la Antigua Grecia, donde se celebraban fiestas en honor de Isis y Rhea, madre de Neptuno, Júpiter y Plutón, culto que más tarde –como tantas otras cosas- fue asimilado por la cultura romana.

Mucho tiempo después, y para acercarnos algo más al presente, se encuentran preecedentes de este día en la Inglaterra del siglo XVII. Por entonces la gran mayoría social era pobre y trabajaba al servicio de las grandes familias nobles y aristócratas, entre las que se impuso la tradición de establecer un domingo libre al año para que los sirvientes pudieran visitar a sus madres o demás familiares. Para sellar dicho encuentro se les permitía cocinar una tarta que ofrecían como regalo. Según parece al principio fueron celebraciones colectivas, realizadas al aire libre en idílicos parajes de praderas y bosques. Más tarde, tras la colonización americana, la tradición se importó junto con otros usos a las nuevas colonias, al igual que sucedió con la costumbre de tomar el té. En el calendario anglosajón el día de la madre se celebra el cuarto domingo de cuaresma.  

En Estados Unidos este día está relacionado con una iniciativa particular de la joven Ana Jarvis, quien lo instauró en homenaje a su propia madre. Esta iniciativa, que tuvo gran acogida, se convirtió en una propuesta de Ley al Congreso aprobada en 1914 por el Presidente Woodrow Wilson, declarándola fiesta nacional fijada para el segundo domingo de mayo.

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En nuestro país la liturgia católica, esgrimiendo los mismos argumentos defendidos desde antes del Concilio de Trento (1545-1563), se dignó establecer a la Inmaculada Concepción como modelo de mujer-madre. Por eso hasta 1965, el día de hoy, se celebraba el 8 de diciembre. A partir de ahí la misma Iglesia consideró oportuno separar ambas fiestas estableciéndose el primer domingo de mayo –mes eminentemente Mariano- como fecha idónea para homenajear a las madres.

Este modelo ‘virginal’ ha constituido un referente para las mujeres de mi generación, un clisé con el que nos machacaron intentando inculcar la idea sobre la necesidad de llegar vírgenes al matrimonio. Virginidad simbolizada en la entrega de ‘arras’ en el ritual del matrimonio eclesiástico. Idea a partir de la cual, Iglesia y Estado, construyeron su propio argumento que, mas tarde, desembocaría en la teoría del el “ángel del hogar”, modelo que atraviesa el discurso decimonónico deconstruido, y después ‘asesinado’ por Virginia Woolf, que tanto ayudó a apostillar el concepto de la maternidad como una poderosa investidura -utilizada particularmente por los varones- y más adelante, una etiqueta y una categoría de análisis histórico. En todo caso, se trata de una construcción sujeta a continuos cambios sobrevenidos con el devenir de los tiempos.

En ámbitos feministas se habla de ‘maternidad hegemónica’ para referirse a la maternidad heterosexual normativa, según la cual la mujer concibe, gesta y cría. Pero la diversidad familiar de nuestra sociedad actual invita a hablar de ‘maternidades’, en plural, como la diversidad que somos y en la que se encuentren representadas una múltiple casuísticas y diferentes modelos. En todo caso la maternidad siempre será una opción y un derecho y deben ser las mujeres quienes decidan o elijan.

Pero si descendemos desde marco teórico a la práctica de la vida cotidiana y al plano de los afectos, la realidad es que la mayoría de los hijos e hijas solemos envolver a nuestras madres y/o padres en de una especie de halo de protección, alejándolas de todo mal, poniéndolas a salvo, protegiéndolas contra lo inevitable. Inconscientemente las llagamos a consideramos seres excepcionales, eternos, deseando creer que siempre se quedarán con nosotros, aunque llegado el momento, empecemos a sospechar que no será así y sintamos miedo porque sabemos que detrás de su muerte nos espera el mayor de los abandonos y el más desconsolador desamparo…

Sea cual sea la edad que tengamos, en general, los hijos e hijas siempre echamos de menos a nuestras madres y padres, símbolos del amor esencialmente generoso, desinteresado e incondicional.

Pretérito perfecto…

«El pretérito perfecto, o pretérito perfecto compuesto, es un tiempo verbal del modo indicativo que expresa en español acciones concluidas en un marco temporal que se extiende hasta el presente.»
Fotografía: mp_dc

Aconseja Sabina en una de sus canciones no regresar jamás allí dónde fuimos felices: ‘al lugar donde has sido feliz no debieras jamás de volver…’. A bote pronto, parece una invitación a dejar los recuerdos en su sitio, evitando sobarlos o manosearlos, a fin de conservar y preservar el orden natural en que sucedieron. Así, sin más. Sin revisiones, ni arrepentimientos, ni removidas, ni dobles vueltas. Lo que pasó, pasó y punto. Para bien y/o para mal. Y es que todo en la vida acontece siguiendo el principio matemático de la relatividad, que establece el continuo espacio-temporal como marco en el que se representan todos los sucesos físicos del Universo. O sea que todo sucede en un lugar concreto y en un tiempo concreto, y según dice la canción, si en esos contextos fuimos felices, mejor no volver. Supongo que así los recuerdos quedarían ubicados o sepultados, a disposición de nuestra memoria pero a una prudente y justa distancia, para salvaguardar(nos), garantizar(nos) y proteger(nos) contra la melancolía o la pena, poniéndolos a salvo en el ‘baúl de los recuerdos’, como cantaba Karina. Baúl que sólo se abrirá de cuando en cuando, en ocasiones, a propósito o no, casi siempre para recrearnos y después consentir que los ojos brillen o, lo que es mejor, que los labios esbocen una amplia sonrisa…

 Pero con todos mis respetos hacia el ‘maestro’, al que admiro y sigo desde hace mucho tiempo, esta pensadora discrepa o al menos considera que no se puede generalizar: hay lugares y ‘lugares’, personas y ‘personas’, recuerdos y ‘recuerdos’. Los entrecomillados merecieron la pena y ganaron el premio del regreso respetuoso, de la nueva mirada a los viejos escenarios, de la contemplación de los efectos del paso del tiempo, de incluso la autorización de experimentar, por qué no, emociones similares o cercanas a las se vivieron…

¿Qué tienen de malo la añoranza, la saudade e incluso una pizca de nostalgia? Los seres humanos sienten y se nutren de todo tipo de emociones y también de recuerdos. A fin de cuenta todos determinan y conforman el presente. A veces, pasado el tiempo, se mira atrás observándolo todo con mayor equidad y eso permite una visualización global, divisando el todo en su conjunto e incluso, tal vez, percibiendo aquello que pasó de soslayo en su momento. Y si se produce esta sinergia es posible sanear sentimientos y emociones y después devolver todo a su sitio para que permanezca, esta vez, con un nuevo orden.

Y rota la barrera del tiempo, será posible regresar una y otra vez cuantas veces se quiera o sea necesario. Hemos añadido un nuevo estrato al pozo de los recuerdos, un antes y un después, y el tiempo empieza a contar de nuevo…

Esto piensa la que suscribe, a quien últimamente gusta conjugar los verbos en modo indicativo y en ‘pretérito perfecto’.

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La amenaza del ‘la página en blanco…’

«El síndrome del folio en blanco, uno de los mayores temores a los que se enfrentan los escritores y mucho más común de lo que puedas imaginar».
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Llevo días intentando escribir aunque ningún texto haya salido adelante. Eso sí, tengo saturado el escritorio de documentos con diferentes encabezados que no llegaron a buen puerto. Aún así, puedo asegurar que mi voluntad no se ha quebrado ni decaido, y tras el desayuno y la lectura de la prensa, me siento frente al ordenador y abro una nueva página dispuesta a escribir algún post que resulte mínimamente interesante, coherente o al menos entretenido, aunque he de confesar que ha sido inutil, teiméndome haber sido presa del síndrome del ‘folio en blanco’. Una fobia en la que una especie de monstruo te acorrala, te roba la creatividad y la devora para alimentarse con ella.

Al principio me lo tomé con cierta calma. Asumí que no siempre se está al cien por cien, que era mejor no resistirse y hacer una pausa. Pero la situación empezó a incomodarme con el paso de los días, sobre todo porque echaba de menos escribir. Sin embargo, cuando una se siente atrapada en este círculo,  lo único que puede hacer es aceptarlo y tener paciencia, mucha paciencia…

A pesar de mis reflexiones y de mis esfuerzos, no he obtenido resultado alguno. Hasta que hace unos días se me ocurrió acudir a internet para averiguar qué se cocía en los diversos foros sobre este terrible padecimiento y, la verdad, me llevé una gran sorpresa a la par que me sirvió de consuelo, pues comprendí que es algo habitual, que hay etapas  y circunstancias que afectan a quienes escriben que duran lo que duran. Quiero decir, cada caso es único, no hay una regla fija, ni receta secreta a este respecto. Cada cual lo afronta como puede y resuelve como su dios le da a entender.

Entre las páginas consultadas, unas aconsejaban sobre qué actitud adoptar, otras sobre qué estrategias seguir para superarlo: brainstorming o tormenta de ideas, investigar sobre un tema, recopilar datos, dejar que el tiempo haga su efecto o compartir la experiencia personal, algo que posiblemente puede servir de inspiración, mejor aún, de alivio -como me sucedió a mí- al descubrir que no estás sola, ni eres la única, que no nos sucede sólo a nosotros y que si todos lo superan también nosotros lo superaremos.

El bloqueo mental es una sensación paralizante. Las ideas que antes se amontonaban en la cabeza y se peleaban por salir, se retraen, se vuelven perezosas, indecisas. Los dedos que con anterioridad sobrevolaban sobre el teclado a gran velocidad, dibujando las palabras precisas y exactas con gran fluidez, ahora merodean dudosos, vacilantes e infructuosos, frustrados por no ser capaces de alumbrar frases coherentes que compongan un simple párrafo. Y te inunda un sentimiento de incapacidad para ordenar los pensamientos que van y vienen sin que ninguno te enganche, te inspire lo suficiente o, al menos, te parezca apropiado para empezar…  

En circunstancias así ninguna musa te susurra ni visita, ni tan siquiera te hace un guiño. Ninguna te sopla al oído una palabra de aliento o de esperanza y las expectativas una y otra vez son nulas e infunden sentimientos de desasosiego, de inseguridad, hasta que te inunda un miedo irracional a que tal coyuntura se prolongue demasiado dejándote exhausta y vacía.

En estas estaba, cuando insistí y escribí en Google ¿qué hace un escritor ante el ‘folio en blanco’? Pinché la primera página y me detuve a leerla, comprobando que aconsejaba diferentes propuestas, concretamente, ‘seis ejercicios para afrontar el miedo al folio en blanco’, a saber: escribir sobre una situación muy concreta; prueba de escritura automática; inspiración a través de una imagen; describir un espacio concreto; relatar un viaje y cambiar el formato y el género…Continué leyendo el siguiente apartado titulado: “Bonus folio en blanco: ven a jugar a Ludus” y automáticamente me dirigí a un enlace que me condujo a una plataforma de escritores, aficionados y amantes de la escritura, un espacio o punto de encuentro creado para compartir el amor por la literatura, un territorio común dónde intercambiar ideas y textos que, a su vez, puedan servir de inspiración a quienes en, alguna que otra ocasión, se sientan abandonados por las dichosas musas…

La plataforma me resultaba desconocida, así que seguí investigando. La palabra ludus etimológicamente procede del latín y significa diversión, juego, entretenimiento, de ahí el vocablo ‘lúdico/a’. Sin embargo, en la antigua Roma, ludus designaba a la escuela elemental o primaria. El término, al parecer, ha sido adoptado por Libros.com que, entre otras propuestas, desarrolla una iniciativa animando a participar en diversas convocatorias de ‘retos literarios’ para escritores -entiendo que la mayoría amateur– que, posteriormente son leídos, votados y publicados en la red por los miembros de la comunidad. Cada reto está incentivado con un premio, consistente en una modesta cuantía económica…La participación exige estar previamente registrado y haber leído al menos el 25% de los trabajos editados en dicha plataforma.

Con toda esta información por delante, me pareció buen consejo escribir sobre mi vivencia, untexto el clave personal, ponerle palabras y expresar. Dar voz a una realidad que llevaba días reconcomiéndome, frustrándome, dejándome fuera de juego…Y he aquí el resultado. Contar la experiencia, finalmente, ha dado a luz un texto que narra con fines terapeúticos una situación concreta que da testimonio, y tal vez, pueda sirvir de inspiración, dar pistas o infundir ánimo a algún bloguero aquejado por el mismo mal.

Escribir libera, saca cada una de las identidades que hemos ido forjando a lo largo de nuestra vida. La escritura es el vehículo que permite viajar a través de la memoria para narrar historias reales o crear otras de ficción… Que así sea…