«Cristóbal Colón es uno de los hombres más conocidos de la historia, sin embargo se hace poco hincapié en las mujeres que influyeron su vida tanto en lo personal como en lo profesional…Sin ellas tal vez esta página de la historia no sería la misma…»

En la entrada anterior me dediqué a disertar sobre el término ‘colonización’, revisando las derivadas semánticas surgidas a raíz de su incorporación a otros ámbitos apartados del de su procedencia. Por aquellos días la palabra se repetía una y otra vez, quien sabe, si a causa de la cercana celebración de la festividad de la Hispanidad… Claro que de esto hace ya tres semanas, muestra inequívoca -que no deja de sorprenderme- de la fugacidad en la que estamos instalados. Hasta tal punto vivimos en lo efímero que incluso el desastre volcánico de la isla de La Palma, comienza a bajar el tono y a ocupar los segundos planos en las noticias… Parece que todo se volvió apremiante, inminente e imperioso, que casi nada puede esperar. Craso error: los grandes momentos requieren una espera activa aunque serena y pausada… Como quien se relame anticipadamente pensando que degustará la más suculentas delicias y al hacerlo las papilas gustativas se estimularan poniendo en alerta a los demás sentidos… Los sabios griegos se referían a estas cosas como las ‘vísperas’, es decir, el día que antecede a una fiesta o celebración especial, la misma que, en cierto modo, la ocasiona…Las vísperas, según qué circunstancias, constituyen la sal y la pimienta de lo que está por llegar…
Pero no siempre hemos vivido así, con tanta prisa. In illo tempore se vivía lento, a menos revoluciones por minutos. Todo fluía de otra manera y la vida acontecía a pequeños intervalos que obligaban a esperar…Y si no que se lo pregunten a Colón ¿Qué hubiera pasado si no hubiera tenido la paciencia de aguardar seis años hasta que los RR.CC aprobaron su proyecto? Que tal vez no lo hubiera llevado a cabo y, quién sabe, cómo se habría escrito este capítulo de la Historia… En fin, en aquellos días que escribí la entrada la Oficina del Español se estrenaba con el remake de su Director sobre la ‘colonización del Nuevo Mundo’, una adaptación en la que se alineó totalmente con los conquistadores, a los que defendió a ultranza. No me extrañaría nada que hubiera realizado un Máster acelerado siguiendo el modus operandi propio de su nuevo Partido…
No obstante, la reciente y atrevida versión de Cantó, preocupado por aparentar una autoridad supuestamente inherente a un cargo diseñado a medida para el que no da la talla, resultó tan pretendidamente moderna como añeja obviando, por supuesto, la participación y relevancia de algunas mujeres en la gran conquista, autoridad y osadía que sí han tenido algunas historiadoras analizando la trayectoria personal de Colón para visibilizar a las mujeres de su entorno y reivindicar el papel que desempeñaron en la vida del descubridor.
Hay quienes afirman que ‘detrás de todo gran hombre, hay una gran mujer…’. Probablemente en algunas ocasiones sea verdad, pero a ninguna se le ha hecho justicia. Traigo esto a colación porque, aunque bajó la intensidad del debate sobre el colonialismo, de manera particular, sobre la gesta que Colón realizara allá por el siglo XV, es posible que muy pocos conozcan a las mujeres que lo acompañaron y facilitaron su hazaña.
La figura del descubridor ha generado una gran controversia: desde su lugar de nacimiento (parece que la tesis más acertada es que fue natural de Génova) hasta el lugar donde reposan de sus restos… Sólo unas cuantas cosas están claras: que fue un gran navegante, que hizo cuatro viajes al Nuevo Mundo y que tuvo dos hijos: Diego y Hernando….Aunque estas pocas cosas no hubieran sido posibles sin la intervención de seis mujeres que, sin duda, formaron parte integrante de la vida del insigne marino, aunque la historia no les haga los honores…
1.- Felipa Moniz de Perestrello (la esposa). Nacida en Portugal en 1476. Hija de Isabel Moniz, dama de la duquesa de Viseu, y de Bartolomé de Perestrello, capitán donatario de la isla Porto Santo, un archipiélago de Madeira frente a las costas de África. Parece que Felipa (o Filipa) no conoció a su padre que murió en mismo año que ella nació. El gobernador dejó viuda y tres hijos…La familia pertenecía a la aristocracia portuguesa, emparentados con la condesa de Abrantes. No se sabe cómo conoció a Colón, a quien vio en varias ocasiones en el Monasterio Dos Santos de la capital lusa. En 1477 se firmó el acuerdo matrimonial. Ella tenía 19 años y él 25. Montserrat León Guerrero, historiadora de la Universidad de Valladolid en su ensayo Mujeres que ayudaron al plan descubridor de Colón, señala que por entonces él resultaba ser un perfecto desconocido en la corte lisboeta. Según parece ella pertenecía a una familia bien, pero no noble. Tras la boda, la pareja se instaló en Porto Santo, donde habría nacido Diego, el único hijo de ambos nacido entre finales de 1478 o principios del 1479.
De lo que ocurrió después apenas se sabe, aunque según Consuelo Varela, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “todo parece indicar que Colón la abandonó». Otras versiones dicen que Colón quedó viudo con Diego, su hijo e incluso otra que dice que Felipa ingresó en un convento.
2.- Isabel Moniz (la suegra). Según el libro Historia del Almirante, la obra biográfica sobre la vida y viajes de Cristóbal Colón, escrita por su hijo menor, Hernando, entre 1537 y 1539, Isabel Moniz, madre de Felipa y suegra de Colón, fue otra mujer clave para el genovés pues, según parece, le habría entregado material perteneciente a su difunto marido sobre rutas secretas de navegación tal y como señala Hernando en su libro: «Le dio las escrituras y cartas de marear que habían quedado de su marido, con lo cual el Almirante se acaloró más, y se informó de otros viajes y navegaciones que hacían entonces los portugueses a la Mina y por la costa de Guinea (…) Y estando en Portugal empezó a conjeturar que del mismo modo que los portugueses navegaban tan lejos del Mediodía, igualmente podría navegarse la vuelta de Occidente, y hallar tierra en aquel viaje». De ser así, “la génesis del descubrimiento de América se encontraría en la información cuidadosamente guardada por la suegra del Almirante y traspasada posteriormente a las manos de su yerno y futuro descubridor oficial de América” (Juan Maura, investigador y profesor de la Universidad de Vermont).
3. Briolanja Moniz (la cuñada). Cristóbal Colón presenta al rey portugués João II el proyecto de navegar atravesando el Atlántico hacia el oeste y abrir una ruta segura para comerciar con Asia. Pero no tiene éxito y abandona Portugal para dirigirse en 1485 a tierras castellanas con su hijo Diego. Llega a Huelva y visita el Monasterio de la Rábida. Su idea era probar suerte con los Reyes castellanos. Sin embargo no era este su único propósito ya que en Huelva también vivía Briolanja Moniz, su cuñada, la hermana de Felipa que, según parece, ejerció de madre mientras Colón realizaba su primera expedición al Nuevo Mundo y se encargó de concertar el matrimonio de Diego con doña Mencia de Guzmán, hija del Duque de Medina Sidonia.
4. Beatriz Enríquez de Arana (la amante). En plenas negociaciones con los Reyes de Castilla, el genovés hace parada en Córdoba donde conoce a Diego de Arana, que después le acompañará en su viaje. Éste le presenta a su prima Beatriz Enríquez de Arana, perteneciente a una familia de labradores que poseían huertas, casas y viñas. Con la joven, de apenas 20 años, pronto mantuvo el navegante una relación de la que nació en 1488 su segundo hijo: Hernando. No llegaron a casarse debido a la brecha social que estableció entre ambos una vez Colón volvió del viaje investido con títulos, honores y riquezas. según Varela, Colón también la abandonó, aunque le dejó una pensión vitalicia según consta en su testamento otorgado en 1506: «Digo y mando a Diego mi hijo o a quien heredare (…) que haya encomendada a Beatriz Enríquez, madre de don Fernando (o Hernando), mi hijo, que la provea que pueda vivir honestamente, como persona a quien yo soy en tanto cargo. Y esto se haga por mi descargo de la conciencia, porque esto pesa mucho para mi ánima. La razón de ello no es lícito de escribir aquí».
5. Beatriz de Bobadilla (romance). Una mujer poderosa, señora de la Gomera, conocida con el sobrenombre de ‘la Dama sangrienta’ y también ‘la Cazadora’, por la política represiva con la que gobernó en la Isla, enfrentándose a una famosa rebelión de los nativos en 1488, con la que parece que Colón mantuvo un romance. Sobrina de otra Beatriz de Bobadilla, marquesa de Moya, consejera y dama de compañía de la reina Isabel Católica. Según el cronista Miguel de Cuneo, el escarceo amoroso tendría lugar tras el segundo viaje, según consta en el texto. Una hipótesis que rechaza la investigadora Varela quien afirma que » Colón y la señora de La Gomera no coincidieron nunca en la isla».
6. Isabel I de Castilla (la reina). Sin duda, la gran mujer en la vida de Colón. A quien presentó en 1486 su proyecto para crear una nueva ruta hacia las Indias por el océano Atlántico. «Hay un cronista que dice que Colón hacía reír a la reina Isabel, que la encandilaba. Hablaba y ella se quedaba con la boca abierta encantada de escucharlo. Y debe haber sido así, Colón era un hombre atractivo que sabía vender muy bien su idea», describe Consuelo Varela. Lo cierto es que el genovés supo seducir a la reina con tres promesas de sumo interés tanto para ella como para la Corona: convertir al cristianismo a todos los nativos, engrandecer sus tierras y obtener muchas riquezas…
Así mostró el genovés su gratitud a la Reina Castellana: “Solo la reina, mi señora, dio espíritu de inteligencia y esfuerzo grande, y de todo se hizo heredera, de todo esto que fui a tomar en su real nombre”. Objetivo conseguido…
Debe estar conectado para enviar un comentario.