«Amigos dicen ya no soy el mismo, […] Algunos dicen que he crecido […] ¿Cuánto tiempo no ha pasado? Y, ¿cuánto tiempo para ver cuánto hemos cambiado?» (Presuntos Implicados)
Tal día como hoy, hace dos años, se decretó el estado de alarma… Con anterioridad nos había afectado una grave crisis económica sin precedentes en los años de democracia, crisis que intentábamos dejar atrás… Y aquel jueves, 14 de marzo de 2019, se anunció algo inimaginable e impensable, algo que no cabía en una cabeza amueblada al estilo ‘siglo XXI’: la pandemia por covid19…
Nadie, a excepción de los expertos, podía calibrar la magnitud del acontecimiento ni la dimensión de las consecuencias… Nadie, ni siquiera los mismos los expertos, podía adivinar lo que se avecinaba. Ni los científicos tenían respuestas…Todo estaba por hacer… El enemigo era mortal pero no se tenían armas para combatirlo… Y con todos los interrogates y frentes abiertos, se nos instó a quedarnos en casa y organizar la vida lejos del trabajo y de las actividades cotidianas. El Gobierno se informó a la ciudadanía, exponiendo las medidas a seguir dictadas desde la OMS. Un discurso solemne a la altura de las circunstancias: con severidad pero con amabilidad, con gravedad pero con esperanza…Y así, de repente, el mundo se quedó paralizado y se hizo el silencio…Se vaciaron las calles, se cerraron los comercios, los bares, las tiendas y se impuso una distancia social de la que aún no nos hemos recuperado del todo…Luego ‘nos quedamos en casa’ y dejamos en la calle a los trabajadores esenciales resistiendo en las trincheras y a los sanitarios apostados en la primera línea de batalla…
La galería de fotos contiene imágenes de la pandemia: mi sombra y la de mi perra como única compañía. Mi primera mascarilla FPP2. Los cables quew cruzan el lugar donde vivo, los mismos que me facilitablan la conexión vía on line…La yuca de mi vecino, la única naturaleza que podía ver durante el confinamineto estricto…El duro y solitario invierno, contemplando la lluvia tras el cristal…Las primeras salidas a la playa…Algunos animales invadieron la ciudad atraidos por el silencio y la tranquilidad de calles y plazas…Y pasaron algunas lunas hasta que volvió un verano ‘medio normal..’.
De aquellos días conservo muchos recuerdos, imágenes, sensaciones, emociones… De todas ellas nunca olvidaré la primera vez que fui al supermercado. Ataviada al más austero estilo covid (por entonces no había mascarillas, ni guantes, ni gafas o pantallas de protección) con guantes de goma, gafas de vista y una mascarilla de quirófano que me dio un familiar, me visualizao en una larga cola esperando mi turno pàra entrar… Los carros separados a más de un metro de distancia unos de otros y un silencio sepulcral que me emocionó y me dejó un nudo en la garganta…Pero lo que más me impresionó fue cuando, ya en el interior, percibí el miedo de los demás reflejado en sus ojos. El mismo que, seguramente, proyectaban los míos…Y el silencio, de nuevo, roto por el chirrido de las ruedas de los carros y los bultos de la personas huidizos, temerosos del roce y contagio de un enemigo que podía estar en cualquier parte…
La experiencia prometía muchos cambios. Las crisis suelen ser buenas oportunidades para aprender y cambiar, un lema que circuló con grandes expectativas durante el primer año y que germinó en una gran muestra de solidaridad, de aplausos y cientos de iniciativa a cual más original…Un halo de empatía y generosidad parecía expandirse y descender sobre todos nosotros… La humanidad maltrecha, dolida, mermada…Y yo me pregunto, de verdad ¿cuánto hemos cambiado? Lamento la respuesta porque, hoy por hoy, pienso que muy poco, apenas nada…o casi…
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