La amenaza del ‘la página en blanco…’

«El síndrome del folio en blanco, uno de los mayores temores a los que se enfrentan los escritores y mucho más común de lo que puedas imaginar».
Imagen Internet

Llevo días intentando escribir aunque ningún texto haya salido adelante. Eso sí, tengo saturado el escritorio de documentos con diferentes encabezados que no llegaron a buen puerto. Aún así, puedo asegurar que mi voluntad no se ha quebrado ni decaido, y tras el desayuno y la lectura de la prensa, me siento frente al ordenador y abro una nueva página dispuesta a escribir algún post que resulte mínimamente interesante, coherente o al menos entretenido, aunque he de confesar que ha sido inutil, teiméndome haber sido presa del síndrome del ‘folio en blanco’. Una fobia en la que una especie de monstruo te acorrala, te roba la creatividad y la devora para alimentarse con ella.

Al principio me lo tomé con cierta calma. Asumí que no siempre se está al cien por cien, que era mejor no resistirse y hacer una pausa. Pero la situación empezó a incomodarme con el paso de los días, sobre todo porque echaba de menos escribir. Sin embargo, cuando una se siente atrapada en este círculo,  lo único que puede hacer es aceptarlo y tener paciencia, mucha paciencia…

A pesar de mis reflexiones y de mis esfuerzos, no he obtenido resultado alguno. Hasta que hace unos días se me ocurrió acudir a internet para averiguar qué se cocía en los diversos foros sobre este terrible padecimiento y, la verdad, me llevé una gran sorpresa a la par que me sirvió de consuelo, pues comprendí que es algo habitual, que hay etapas  y circunstancias que afectan a quienes escriben que duran lo que duran. Quiero decir, cada caso es único, no hay una regla fija, ni receta secreta a este respecto. Cada cual lo afronta como puede y resuelve como su dios le da a entender.

Entre las páginas consultadas, unas aconsejaban sobre qué actitud adoptar, otras sobre qué estrategias seguir para superarlo: brainstorming o tormenta de ideas, investigar sobre un tema, recopilar datos, dejar que el tiempo haga su efecto o compartir la experiencia personal, algo que posiblemente puede servir de inspiración, mejor aún, de alivio -como me sucedió a mí- al descubrir que no estás sola, ni eres la única, que no nos sucede sólo a nosotros y que si todos lo superan también nosotros lo superaremos.

El bloqueo mental es una sensación paralizante. Las ideas que antes se amontonaban en la cabeza y se peleaban por salir, se retraen, se vuelven perezosas, indecisas. Los dedos que con anterioridad sobrevolaban sobre el teclado a gran velocidad, dibujando las palabras precisas y exactas con gran fluidez, ahora merodean dudosos, vacilantes e infructuosos, frustrados por no ser capaces de alumbrar frases coherentes que compongan un simple párrafo. Y te inunda un sentimiento de incapacidad para ordenar los pensamientos que van y vienen sin que ninguno te enganche, te inspire lo suficiente o, al menos, te parezca apropiado para empezar…  

En circunstancias así ninguna musa te susurra ni visita, ni tan siquiera te hace un guiño. Ninguna te sopla al oído una palabra de aliento o de esperanza y las expectativas una y otra vez son nulas e infunden sentimientos de desasosiego, de inseguridad, hasta que te inunda un miedo irracional a que tal coyuntura se prolongue demasiado dejándote exhausta y vacía.

En estas estaba, cuando insistí y escribí en Google ¿qué hace un escritor ante el ‘folio en blanco’? Pinché la primera página y me detuve a leerla, comprobando que aconsejaba diferentes propuestas, concretamente, ‘seis ejercicios para afrontar el miedo al folio en blanco’, a saber: escribir sobre una situación muy concreta; prueba de escritura automática; inspiración a través de una imagen; describir un espacio concreto; relatar un viaje y cambiar el formato y el género…Continué leyendo el siguiente apartado titulado: “Bonus folio en blanco: ven a jugar a Ludus” y automáticamente me dirigí a un enlace que me condujo a una plataforma de escritores, aficionados y amantes de la escritura, un espacio o punto de encuentro creado para compartir el amor por la literatura, un territorio común dónde intercambiar ideas y textos que, a su vez, puedan servir de inspiración a quienes en, alguna que otra ocasión, se sientan abandonados por las dichosas musas…

La plataforma me resultaba desconocida, así que seguí investigando. La palabra ludus etimológicamente procede del latín y significa diversión, juego, entretenimiento, de ahí el vocablo ‘lúdico/a’. Sin embargo, en la antigua Roma, ludus designaba a la escuela elemental o primaria. El término, al parecer, ha sido adoptado por Libros.com que, entre otras propuestas, desarrolla una iniciativa animando a participar en diversas convocatorias de ‘retos literarios’ para escritores -entiendo que la mayoría amateur– que, posteriormente son leídos, votados y publicados en la red por los miembros de la comunidad. Cada reto está incentivado con un premio, consistente en una modesta cuantía económica…La participación exige estar previamente registrado y haber leído al menos el 25% de los trabajos editados en dicha plataforma.

Con toda esta información por delante, me pareció buen consejo escribir sobre mi vivencia, untexto el clave personal, ponerle palabras y expresar. Dar voz a una realidad que llevaba días reconcomiéndome, frustrándome, dejándome fuera de juego…Y he aquí el resultado. Contar la experiencia, finalmente, ha dado a luz un texto que narra con fines terapeúticos una situación concreta que da testimonio, y tal vez, pueda sirvir de inspiración, dar pistas o infundir ánimo a algún bloguero aquejado por el mismo mal.

Escribir libera, saca cada una de las identidades que hemos ido forjando a lo largo de nuestra vida. La escritura es el vehículo que permite viajar a través de la memoria para narrar historias reales o crear otras de ficción… Que así sea…

Me acuerdo…

Me acuerdo de aquel 14 de febrero. Recuerdo que amaneció pronto, frío, aciago y triste, vacío de esperanza tal y como venían siendo los siete últimos meses…

Me acuerdo de la ultima noche que pasamos juntos, de tu reclamo ininteligible que no fui capaz de comprender…

Me acuerdo de las idas y venidas en una especie de enajenación transitoria, de las caras desencajadas, de los rostros lívidos y ojerosos, de las miradas que no querian ver, de las palabras retenidas entre los labios, de las lágrimas que recorrieron nuestras mejillas, cada una sobrevenida cuando se dehacían los nudos de la garganta…

Me acuerdo de tu rostro, de tus ojos grises mirando la nada, del calor que escapaba de tu cuerpo cansado, enjuto, retorcido y maltrecho…

Me acuerdo de la fila de coches que nos acompañó, del murmullo, de los lloros contenidos, de la gente que se acercaba sigilosa, de las muestras de cariño de nuestros amigos, de los abrazos rotos por el llanto, de la larga y oscura noche que cedió el paso a un nuevo día sin que yo pudiera detener el tiempo…

Me acuerdo de las rosas blancas en la orilla mecidas por vaivén de las olas. De las pisadas en la arena que conducían hacia el infinito…

Me acuerdo de tí, de tu cara canalla, de tu media sonrisa, de tus travesuras, de tu tozudez hasta conseguir lo que querías, de tu insistencia, de tu comida favorita, de tu gusto por las gorras y las deportivas, de tus camisetas, de tu música, de tu estar en el mundo y de tu corta estancia en esta vida…

Me acuerdo de aquel día de febrero, tibio pero soleado que, sin embargo, me dejó helado el corazón…

Me acuerdo, sí, me acuerdo…