A vueltas con el corsé…


el corsé es irónico, empoderador y anti-sistema. Será por eso por lo que la Iglesia ha satanizado el corsé como tantas otras cosas. ( Vivienne Westwood, diseñadora)
Imagen Internet

Aunque la moda parece que va y viene, el corsé, prenda femenina de cuya voz se deriva la palabra ‘encorsetar’ y sus sinónimos -término que tanto rechazo ha tenido sobre todo, por parte del movimiento feminista- parece que regresa según la opinión de los entendidos. Y su vuelta se produce reivindicando su valor como prenda femenina al tiempo que pretende una nueva lectura, diferente a la tradicional. A tenor de los hechos parece que algunos diseñadores y diseñadoras lo han utilizado de manera recurrente a lo largo de sus trayectorias profesionales como símbolo de poder, de audacia, de glamour o de belleza y, ahora, lo traen de nuevo a la palestra añadiéndola a sus nuevas colecciones. Y es que el corsé ha sido una prenda muy controvertida, muy usada desde la antigüedad, sobre todo, durante los siglos XVIII y XIX que ha suscitado un gran debate por su carácter ‘opresor’, metáfora de la sumisión femenina a lo largo de los tiempos.

A falta de nuevos testimonios el origen del corsé se sitúa en Creta hará la friolera de unos 4.000 años, según se desprende tras el análisis pormenorizado de una escultura de la diosa serpiente luciendo un armazón de cobre que ajusta una especie de falda a las caderas, marcando la cintura. Este sería el primer corsé o corpiño. Aquellos griegos disfrutaban de las curvas femeninas que lograban utilizando un cinturón ancho o fajín bordado, colocado sobre la túnica. Así reducían cintura y delineaban caderas. Aunque la mayoría de las mujeres usaban túnicas sueltas, el corsé proliferó entre la aristocracia.

Inyternet

En tiempos del Imperio Romano, dicha prenda sufrió una auténtica revolución, porque los romanos como los griegos también gustaron de la esbeltez de sus féminas, como bien dijo el poeta latino Marco Valerio Marcial en el siglo I el corsé “acentuaba la esbelta figura del mórbido y turgente seno”.

En Roma recibió varios nombres: fasciae mamillares, strophium o taenia o zona y además de acentuar las diferentes curvas, cumplía con otras funciones pues en ellos las mujeres solían esconder cartas, elixires, perfume, venenos o afrodisíacos, tal y como muestran los murales de la ciudad de Pompeya en los que aparecen mujeres ciñéndose la fascia. Entonces, como ahora, se trataba de un complemento sumamente incómodo al que mujeres y hombres se sometían para lucir palmito. Los poetas del siglo I Ovidio y Marcial, se burlaban de la mujer gorda, de cintura indefinible y la tildaban de antítesis del amor. Y entonces como ahora, en los centros elitistas y aristocráticos se propagaban los cánones que animaban a la delgadez como sinónimo de belleza. El mismísimo emperador Antonino Pío, del siglo II, tenía una colección de corsés.

Tanta importancia se dio en Roma a la delgadez que en tiempos del Emperador Augusto, se llegaron a vender unas prendas adelgazantes denominadas castulas. Una especie de faja que se colocaba bajo el jubón para reducir la barriga y resaltar las caderas. El negocio de las fajas reductoras garantizó pingües ingresos a quienes se inclinaron por esta iniciativa. Tan de moda se puso estar escuálido que un “médico del siglo III, Sereno Sammonico, amasó una fortuna vendiendo un producto de uso tópico que según él tenía la virtud de adelgazar, asegurando que con él «se podría dar tres patadas a los fascia”.

Durante la Edad Media las mujeres continuaron bajo la tiranía de la esbeltez. Y el corsé evolucionó. En el siglo VII apareció el ‘justillo’ que realzaba los pechos sin oprimirlos, aflojándose también el corpiño, aunque aquella libertad duro poco, pues cada vez se hicieron más y más estrechos hasta el punto de dificultar la respiración y la circulación provocando con ello algunos trastornos hepáticos.

En la corte borgoñona del siglo XIV el corsé se utilizó sobrepuesto al vestido y durante el Renacimiento, hombres y mujeres, llevaban el talle ceñido por un artilugio llamado corsetus, prenda sin ballenas ni listones de madera, como las cotillas que, sin embargo, sí se utilizaron en la Francia del siglo XVI, desde donde se extendió a Italia y al resto de Europa. Concretamente en España el corsé superpuesto  aún se utilizaba a mediados del siglo XVI, fecha en la que adquirió importancia el uso del corsé-armadura que oprimía el pecho, ya que la moda imponía el pecho liso. Dicha moda se imitó en Francia a expensas de María Teresa de Austria, hija de Felipe IV, adquiriendo gran auge en tiempos de Luis XIV cuya esposa consiguió una cintura de tan solo 33 centímetros…¿Cintura de avispa?

Desde el XVIII hasta principios del XIX, el uso del corsé entre varones y féminas fue generalizado. Tal fue la obsesión por la esbeltez que incluso se llegó a recomendar su uso a las embarazadas. La literatura de la época ilustra los sufrimientos y sacrificio que acarreaban el uso de semejante artilugio capaz de distorsionar la armonía corporal provocando deformaciones varias las más frecuentes cojera y mayor desarrollo de un hombro…A todo lo cual se puede sumar que, su uso, exigía el concurso de varias doncella tal y como podemos recordar en la famosa escena de la película “Lo que el viento se llevó”.

La paulatina reducción del miriñaque y la mayor racionalidad en el uso de ballenas estableció como medida ideal (entre 1850-1860) los 44 y 54 centímetros de diámetro de cintura (lejos del canón 90-60-90). Así comenzó el peligroso camino hacia la delgadez, estrechando al máximo la indumentaria femenina. Como anécdota “se cuenta que la emperatriz Isabel de Austria se hacía coser sus trajes de amazona sobre el cuerpo desnudo; y cuando la baronesa María Wallersee se casó en 1877 decía: “Mi vestido de novia era tan estrecho que me fue imposible ingerir alimento alguno”.

Hacia 1900 lo más importante fue realzar el busto, para lo cual se inventó el corsé de delantera lisa cuya finalidad no era otra que hacer desaparecer el estómago. Poco a poco el corsé se fue alargando hasta que se inventó el sostén (desués sujetador) y de su mano, la libertad….O eso nos dijeron…

Con el devenir de los tiempos el corsé ha sido relegado, reapareciendo puntualmente como brote de una moda pasajera, que se emplea de manera puntual, como elemento excéntrico en algunas pasarelas o como complemento de lencería para ocasiones especiales…Y como no, sigue teniendo pujanza entre la moda de trajes de novias como una pieza clásica fundamental.

En fin, la delgadez ha sido una constante en la historia de moda, siempre más ligada a las mujeres que a los hombres. Para estar bellas, o creer estarlo, hemos estado sometidas a todo tipo de sacrificios por lo que debería resultarnos más fácil comprender por qué nuestros jóvenes se tatúan, se taladran la piel o aumentan una o dos tallas de pecho..Y por eso, porque la moda va y viene, según nos cuenta la historia, ahora se rescata el corsé aunque con otro significado e interpretaciones más acordes a los tiempos actuales…

Todo ok…Mientras sea para disfrutarlo y no para padecerlo…

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