A mi manera…

Si alguien viene a Andalucía en estas fechas, sólo debe dejarse seducir por los sentidos: respirar el aroma que impregna el ambiente, mezcla de incienso y azahar; emocionarse con el canto de una saeta o escuchar el silencio de una multitud respetuosa…Cada cual lo viva ‘a su manera…’
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La TV , la radio, la prensa, todos hablan de la Semana Santa, ‘pasión por la Pasión’ como repite el slogan, porque hay quien así lo siente por especial fervor y quien se frota las manos por lo que implica. A los hosteleros y la restauración se les hace ‘la boca agua y los dedos huéspedes’ porque parece que será un éxito, que la gente se rascará el bolsillo y gastará dinero en comer, beber, ir a las playas y recorrer las ciudades dispuestos a gastar y a VIVIR, con mayúsculas sí, que hace mucho tiempo (dos años) que vivimos a medio gas y ya es hora de aspirar el gas entero y disfrutar, eso sí, cada cual ‘a su manera…’

Según parece, o al menos un estudio así lo avala, el número de creyentes ha descendido durante la pandemia y ahora el porcentaje de ateos y agnósticos es superior (sobre todo entre los jóvenes), lo que al parece ha trascendido en la declaración de la renta pues son muchos menos quienes marcan la casilla de la Iglesia. Claro que la Iglesia no pone mucho de su parte y con sus escándalos tampoco anima, más bien al contrario ¿quién quiere ser cómplice de pederastas, machsitas y vividores? (Con mis respetos para quienes no lo son)… Pues eso… Yo tampoco me apunto…

También he sabido sobre el Duque de Feria y la falta de ética de una aristocracia que continúa creyéndose en posesión de cualquier privilegio incluido el de vender mascarillas a precio de oro. Hacer negocio en el peor momento de la pandemia y con los pocos medios que podían ayudar a salvar vidas, me parece indigno e irreprochable…Veremos cómo actúa la justicia que más que ciega parece selectiva y clasista…

Pero dicho esto, volvamos a la Semana de la ‘Pasión’ que en el caso de mi tierra, como ya se sabe, tiene mucho arraigo y cuenta con un acervo cultural de sobra conocido. De entrada, parece que este año se percibe diferente, especial, como casi todas las fiestas después de la pandemia. Es posible que más de la mitad de la población no la entienda ni la comparta, pero la otra mitad suspira impaciente esperando el Domingo de Ramos, día de la Borriquita, procesión que recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, hermandad que dará el pistoletazo de salida al resto de Cofradías y Hermandades…y para estrenar algo, que ya lo dice el refrán: «el domingo de Ramos a quien no estrena se le caen las manos…»

En fin, la Semana Santa conforma todo un universo solo al alcance de los ‘capillitas’ y aficionados que se desviven todo el año para darse el homenaje en estas fechas…Durante siglos este universo estuvo (y en cierto modo está) muy masculinizado aunque, desde hace ya algunos años, las mujeres se han ido haciendo un hueco, rompiendo moldes, ganándose el respeto de las hermandades y de los mandamases que las dirigen, los mismos que antes se limitaron a dejarlas participar en calidad de ‘mujeres floreros’, eso sí, elegantemente vestidas, adornadas con mantillas o detrás de los pasos, descalzas y en penitencia, actitud que despierta especial admiración entre quienes no saben muy bien de qué va la cosa… Da la impresión que lleva su tiempo comprender que todo esto no sea cosa de hombres o de mujeres, sino de personas que experimentan la misma sinergia y convierten esta fiesta en un espacio de encuentro, de disfrute y de particular devoción, por qué no…

Mientras, una parte del resto de la población se detiene en el fenómeno cultural. Curiosea los comportamientos, los observa y admira la imaginería y la estética de los pasos y tronos, de los cofrades y penitentes, cargadores y costaleros, al tiempo que pone en valor la fuerza de una tradición centenaria que, una vez al año, desfila solemne por las calles y plazas de nuestras ciudades engalanadas para la ocasión. Es la fiesta del barroco que sale al encuentro del pueblo y sus gentes para que cada cual las viva –como dice la canción- ‘a su manera…’

Finalmente sólo quedan los excépticos que se muestran claramente contrarios y se niegan a verlas desfilar. En su opinión les parece un auténtico despilfarro, un alarde y un lujo innecesario que choca con evidentes necesidades actuales: colas del hambre, indigentes, paro, niños malnutridos, la pobreza en general y en todas sus formas, cosa que argumentan añadiendo que ‘Dios no estaría de acuerdo’ con todo este derroche…Podría ser… Pero sea como fuere, los adeptos se impacientan y esperan ansiosos el día ‘d’ mientras los detractores denuncian, protestan y critican los tejemanejes de las hermandades y a los capillitas encorbatados que se lucen mientras se suceden los desfiles…

Y es que para etender un poco de qué va esta tradición hay que remontarse a la génesis y momento de esplendor allá por los siglos XVI-XVII y conocer un poco la mentalidad barroca, carente de cualquier improvisación. El barroco es festivo, teatral. Por eso se representa, se visualiza y por eso necesita escenarios de fondo para su recreación. De ahí el dispendio, el lujo, la pompa, el desfile, los colores, las túnicas, el orden jerárquico, la música, las flores, los mantos, la comida, los dulces y todo aquello que despierta los sentidos y estimula el alma… Todo está previamente pensado y sigue un orden riguroso. Por eso o lo sientes o no lo sientes… O lo vives o no lo vives…Y no es una cuestión de religión sino de religiosidad popular…

El barroco es cultura y también un estilo de vida que se expande y manifiesta en diferentes vertientes: gastronomía, repostería, música… Y en Andalucía adquiere unas pecualiaridades propias que diferencian nuestra Semana Santa respecto a la de otros territorios o comunidades. Por eso constituye un atractivo que invita al turismo nacional y extranjero a recorrer nuestra geografía para degustar y contemplar las variedades artísticas y singularidades propias de cada lugar y dejarse sobrecoger y sorprender en un derroche de colores, aromas, formas y una estética que fascina y conmueve…

En general los bares de llenan desde el desayuno a la cena, desde las torrijas de leche al bacalao o al cordero del medio día, pasando por los roscos de tarde y el pescaito en la noche. Días de hacer vida en la calle, de moverse de un lado a otro en grupos, en riadas, en bullas, en barullos que se silencian al paso de las Vírgenes y Cristos. Palios y mantos que se inhundan con los pétalos de rosa que caen en forma de lluvia desde los balcones, al tiempo que nos impregnamos con los aromas propios de esta fecha: el azahar, el jazmin y el incienso, mientras caminamos siguiendo el rastro dejado por los cirios al paso de los penintentes y cofrades, al son de la música y el canto de saetas…

Pero si hay algo que se ha quedado marcado a fuego desde los comienzos, algo en lo que mucho tuvo que ver la Iglesia y sus predicaciones dominicales desde los púlpitos es el lenguaje coloquial, transmitido de generación en generación, que permea y rezuma en dichos y refranes cuyo origen se remonta tan lejos como esta festividad. Veamos algunos ejemplos…

‘Llorar como una Magdalena’ o ‘pasar un calvario’ es lo que repetimos consternados cuando sufrimos o cuando algo va mal. En la misma línea nos quejarnos de ‘llevar la cruz a cuesta’ cuando cargamos con una situación complicada y si la queja es por alguien añadimos que nos ‘trae por la calle de la amargura’. Cuando alguien se pelea y llega a las manos decimos que quedó ‘hecho un Ecce Homo’ y si no queremos tomar partido promunciamos la sentencia: ‘yo me lavo las manos (como Pilatos)’. Finalmente casi todos alguna que otra vez hemos repetido y casi suplicado que ‘no nos pongan la cabeza como un bombo’ porque ‘la procesión va por dentro…’

La sabiduría popular es una forma de conservar intacta la memoria del pasado… ¡Que usteden lo disfruten…!