“La derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma con la tranquilidad y el orden: es el orden, en efecto, de la cotidiana humillación de las mayorías, pero orden al fin: la tranquilidad de que la injusticia siga siendo injusta y el hambre hambrienta.” (Eduardo Galeano)

Tu quoque, fili mi? «¿Tu también, hijo mío…?» Esta podría ser la última frase articulada por el general y cónsul romano Julio César en el idus de marzo (15 de marzo) del año 44 a. C. Y la pronunció cuando entre los senadores que gestaron el complot para asesinarlo, de cada uno de los cuales recibió una puñalada, se encontró cara a cara con Brutus, su hijo. Según cuenta un mito no confirmado, César dejó de defenderse de sus asesinos tras comprobar dicha participación. Solo se cubrió el rostro para evitar que se lo desfiguraran pues, era costumbre entre los romanos embalsamar los cuerpos de sus difuntos más importantes con la finalidad de que pasaran a la posteridad. Y el recuerdo de este episodio de la Historia Universal, me vino justamente en estos días en los que el líder del PP está a punto de abandonar la Presidencia tras las presiones recibidas desde los ‘taifas’, cuyos ‘reyezuelos’ parecen haberse apoderado de la autoritas necesaria para obligar a dimitir a quien, se supone, representa el máximo poder en el seno del partido… Y no lo hago por establecer una analogía entre dos personajes tan dispares y lejanos en el tiempo sino quizá, porque si hago un ejercicio de empatía, no resulta tan difícil comprender que tanto uno como otro se sintieron traicionados por los suyos, por aquellos a quienes encumbraron, los mismos que -como en el caso de Casado- no ocuparían los cargos que hoy por hoy ostentan de no ser por él. Por extraño que parezca, aunque esta ‘pensadora’ no comulga con el partido conservador, ni considera acertada la política de su -todavia- Presidente, tampoco se alegra de lo que sucede por la forma en que acontece, porque su error no ha sido denunciar sino retractarse y porque considero no hace falta tanta crueldad ni escarnio. Pero sobre todo no me gusta si, a resultas, se beneficia y refuerza la extrema derecha tal y como vaticinan los polítólogos y expertos tertulianos, quienes no han cesado de insistir en ello desde el jueves pasado…
La historia de la humanidad cuenta con otras grandes traiciones. Está la de Judas Iscariote que vendió a su Maestro, a su líder, de quien aprendió la caridad y el amor, delatándolo por unas monedas de plata haciendo uso de la contraseña del ‘beso’ para señalarlo… O la de Efialtes de Tesalia que engañó al rey espartano Leónidas, ayudando al rey persa Jerjes I, a encontrar un paso alternativo al estrecho de las Termópilas, lo que produjo la caída de Esparta. También le movió la ambición, confiando recibir una generosa recompensa que al final no obtuvo… Y qué decir de la joven Juddith que, a sabiendas de los sentimientos de Holofernes, le sedujo invitándolo previamente a beber más de la cuenta para luego, una vez dormido, cortarle la cabeza… La traición también forma parte de nuestro ADN…En fin, el caso es que tras el lío de se ha formado en torno a Casado y Ayuso (hasta ahora indemne) algo tendrá que cambiar en el PP, hoy fracturado, roto, desgajado… Y conforme lo escribo me viene a la cabeza la celebre frase de Lampedusa alusiva al hecho de ‘cambiar para que todo siga igual…’. Porque, a fin de cuentas de eso se trata: de cambiar para mantener cada uno su estatus o mejorarlo si es posible. Por eso todos han salido despavoridos del entorno de Casado para arrimarse a quien puede retomar la riendas… ‘¿Conoces a fulanito? Dale un ‘carguito…’ Una gran verdad…
No es la primera vez que cito la magnífica novela ‘El Gatopardo’ de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, una de las creaciones literarias más señaladas del siglo XX cuyo protagonista, el príncipe Salina, luce en su escudo de armas la imagen de un ‘gatopardo’ que da título a la novela. Recuerdo esta obra por la agudeza de sus protagonistas en contraposición al líder del PP, presa de sus propios errores y de una torpeza que no se comprende ni es propia de alguien con tanta ambición política. Pasarán muchos años antes que la verdad verdadera salga a la luz. Probablemente yo no viva para concerla…
Pero volviendo a la novela, en el argumento, el príncipe heredero de una de las familias de terratenientes más relevantes de la nobleza siciliana, apegada a las antiguas tradiciones feudales, observa como su joven sobrino Tancredi -que representa su opuesto, su contrafigura- apuesta y se muestra favorable a la revolución de Garibaldi. Conforme pasa el tiempo Salina comprende que los cambios son inevitables y consiente que su sobrino acabe aliándose con aquellos que pretenden acabar con todo lo que él representa. Es Tancredi, y no Salina, el autor de la célebre frase que condensa el espíritu de la novela: «Es preciso que todo cambie para que todo siga igual». La obra representa una clara crítica a la aristocracia rancia, parasitaria y envejecida que no se resigna a perder las prebendas y privilegios acumulados a lo largo de la historia. El príncipe Salina, consciente de ello, asume la actitud más inteligente: adaptarse al nuevo régimen porque sabe que solo así mantendrá sus prerrogativas y estatus. Una novela, en suma, muy útil para todos y, en este caso, para los ‘Casados’ que han convertido la política en oficio, forma de vida y sustento…
Y volviendo a los hechos, la velocidad de vértigo con que se han sucedido los acontecimientos estos últimos días, hace pensar que la actividad política, los políticos en general, viven en una órbita y un tiempo paralelo al nuestro. Todo se altera en cuestión de segundos y la vida transcurre en una dimensión donde nada es seguro (más aún)… Tal vez por eso mismo, todo es posible, incluso la caída de un lider en apenas 48 horas…El resto de los mortales asistimos espectantes a los acontecimientos que conocemos versionados por los medios según sean más o menos afines o sensibles a los protagonistas…
A mi personalmente todo esto me dio para cavilar y considerar en manos de quiénes estamos, a quiénes confiamos nuestros destinos, quiénes conducen el timón en nuestrio país y hacia dónde nos llevan… Pensé si somos verdaderamente conscientes de las personas en las que depositamos nuestra confiaza, aquellas que elegimos para que nos representen… Recapacité también sobre la crueldad del poder que tan pronto te encumbra como te destruye en un abrir y cerrar de ojos, sin que el pulso tiemble… Y sobre todo pienso que el ‘poder’ -que no existe en abstracto- tiene muchas aristas y, en este caso, muchas caras: las de cada una de las baronías que, apenas abandonaron a su líder como si alguien hubiera gritado ‘tonto el último’, ya comienzaron a mirar para otro lado (concretamente al noroeste del país)…Porque ‘a rey depuesto, rey puesto’. Me doy cuenta de la ingratitud de la vida política que, estos días, ha mostrado su cara más fea y más amarga, que te premia mientras ganas y te abandona cuando pierdes…Afortunadamente la lógica humana parece funcionar al revés porque cuando flaqueas es cuando más cerca tienes el calor de los colegas y amigos…
Por todo esto, como amante de la Historia me resulta interesante observar, analizar cuanto acontece, valorándolo, sabiéndome testigo y partícipe de este momento histórico… Pero como persona me alegra infinitamente ser una simple y mera ciudadana de a pie sin más ambición que vivir mi tiempo sin prisa pero sin pausa. Me alegra saber que mis amigos estarán siempre ahí, sobre todo en los peores momentos. Que, a excepción de las pequeñas traiciones que todos experimentamos, mi lugar en el mundo nadie lo anhela ni lo quiere usurpar… Que la envidia o el ansia de poder nunca me nublará la vista y que los árboles casi siempre me dejarán ver el bosque…
Y si comencé parafraseando a Julio César, acabaré citando a Julio Anguita, un político al que admiré y a quien tuve el placer de estrechar la mano: “Quien vota a los corruptos los legitima, los justifica y es tan responsable como ellos”.
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