“La Expectativa de felicidad es más intensa que la propia felicidad, pero el dolor de una derrota consumada supera siempre la intensidad prevista en sus peores cálculos.” (El corazón helado. Almudena Grandes)

La semana pasada resultó aciaga y triste. Nada más comenzar el lunes, supe de la muerte de una compañera muy querida tras resultar derrotada en la batalla que, desde hacía más de un año, había estado librando contra el cáncer. Maestra, mentora y después colega con la que colaboré durante dos décadas y con quien tuve la suerte de compartir numerosos eventos y sucesivos encuentros en su despacho de la Facultad. Fue precisamente en este espacio donde, con el tiempo y al calor de los intercambios académicos, se fraguó una relación a nivel personal en la que compartimos retazos de vida que, enseguida, dieron paso a los afectos, en plural, como a ella le gustaba llamarlos…Académica y reconocida historiadora con una larga trayectoria investigadora, dotada de una gran calidad humana a quien echaré de menos…
Y así han pasado los días: haciendo memoria, recordando… Porque una muerte lleva a otra y a otra y a la de todos nuestros muertos… Así, con esa tormenta instalada sobre mi cabeza por momentos descargando lluvia, rayos o truenos…Días de frio que me desencajaron el alma, me removieron las entrañas y me helaron el corazón…
Gracias por tanto amiga mía. Descansa en paz…
Y con esta sensación, un poco tocada en el plano personal, por si no era bastante no quedó ahí la cosa. Y el domingo, apenas unas horas después de publicar la última entrada, cuyo primer párrafo hace referencia al penúltimo artículo de Almudena Grandes, recibí la trágica noticia de su muerte. Me supo mal haberla mencionado desconociendo tal consideración, sin rememorar su trayectoria literaria, ni afirmar que ha sido, es y será una de mis escritoras favoritas, ni comentar las sinergias que me acercaban a ella como mujer republicana, feminista y roja…Y, aunque suelo leer su columna quincenal ‘Escalera interior’ en El País, se me había pasado por alto aquel en el que desvelaba su enfermedad…Supongo que a mí, como a otros tantos lectores que ignorábamos su enfermedad y, sobre todo, el estadio avanzado en el que se encontraba, el suceso primero nos dejó sin palabras, estupefactos, aturdidos e impresionados y, luego, nos unió en un sentimiento común de tristeza y de pérdida…
Madrileña de pura cepa, la escritora se prendó de Cádiz desde que llegó por primera vez (a ella le gustaba contar la anécdota de cuando fue a comprar pescado a un mercado…). No podía ser de otra manera. Cádiz ha sido tierra de insumisos e insurrectos cuya historia cuenta en su haber con un amplio historial de pronunciamientos militares, insurrecciones campesinas y levantamientos varios contra la monarquía absolutista. Y para rematar fue aquí, en la capital, dónde se reunieron (1812) los intelectuales de la época para redactar la primera Constitución Española -«La Pepa»- que convirtió a la ciudad en la ‘cuna de la libertad’.
Por eso la escritora se sentía como ‘en su casa’ y se quedó aquí para ser una más. Y por eso Cádiz la acogió con este estilo tan singular, tan nuestro y lo hizo para siempre e incondicionalmente… Porque son muchos los madrileños que vienen a esta tierra. Aves de paso, temporeros de verano que llegan con la piel blanca y se van morenos sí, pero sin pena ni gloria, sin echar el ancla, ni quedarse varados como hizo ella en la ciudad de Rota, la misma que estos días lloró su pérdida al compás de Javier Ruibal que le cantó a capella Toito Cai entre vinos y croquetas, al más puro estilo de la Grandes…
Un conocido y sabio refrán popular dice: ‘donde fueres haz lo que vieres’ y eso hizo la autora. Como Julio César en la Galia ella ‘llegó, vio y venció’. Aprendió los vientos, los sintió, los vivió y experimentó sus efectos en propias carnes…El levante y el poniente presiden, condicionan y dirigen nuestras vidas. El primero nos envuelve en un halo de locura pasajera, nos altera el ánimo, nos fatiga, nos vuelve perezosos y lentos…El segundo, reparador a todas luces, nos arranca del letargo con un chute de energía que nos torna diligentes y rápidos a la par que nos devuelve ese sentido del humor que, en general, nos caracteriza… Y aquí, en este rincón del Sur, al socaire de sus vientos y al ritmo de sus mares y mareas, Almudena Grandes encontró la inspiración para su conocida y exitosa novela, Los aires difíciles. Todos sabemos de sus ideales como anticlerical confesa así como también que profesaba un credo humanista que proclamaba la justicia, la libertad y la igualdad… Tal vez por estas adhesiones, estos mismos aires –esta vez aún más difíciles- tal vez, pienso, hayan impulsado su alma allá donde quiera que haya ido. Y en el tránsito seguro que hizo parada en algún lugar divertido, de buen beber y mejor yantar, donde aguardará hasta que vayan llegando (cuando a cada uno/a le toque) su compañero de vida y el resto de integrantes del afamado ‘Club de Rota’, para decidir juntos dónde ir y celebrar todos y para siempre una tertulia sin fin en la que no falten buenos caldos y exquisitas viandas…
Gracias por tu magnífico legado…
Y tiro nuevamente del refranero esta vez para citar ese otro que dice: ‘ni son todos los que están, ni están todos los que son’, lo que menciono por aquello de las ‘ausencia oficiales’ en su sepelio y entierro. A lo que añado de mi cosecha: ni falta que hizo…
A la escritora la despidieron los suyos, los que la querían y admiraban. Desde su círculo más íntimo y familiar, a los amigos, conocidos y, finalmente, los lectores anónimos que asistieron portando banderas republicanas, del Athletic Club de Futbol, rosas y diferentes ejemplares de su nutrida obra. Vitorearon su nombre y alzaron en alto sus libros tal y como ocurrió en Portugal tras la muerte de Saramago…Estuvieron los suyos…
A quienes no estuvieron, mejor dicho, a quienes no quisieron estar, simplemente decirles (de mi propia cosecha) que probablemente no se les echó de menos, aunque la falta de representación oficial por parte del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid denota desconsideración, falta de empatía, mala educación y poco respeto. Si lo pienso bien, una actitud frecuente aunque incoherente viniendo de quienes suelen ser los primeros en entonar el mea culpa o defender la vida…Los mismos que cumplen con el precepto dominical, asisten a misa por el Dictador o lucen medallas o medallitas en la Catedral de la Almudena…La ‘derechita’ -más cobarde que nunca- se ha aliado con la ‘derechona valiente’ y envalentonada, a la que Ayuso parece haber entregado ‘copia de las lleves’ de la ciudad de Madrid. Un gesto de confianza a cambio de apoyar los presupuestos y con ello asegurar su mandato.
Y de aquellos polvos estos lodos…Desde ahora en adelante las derechas negarán cualquier propuesta de la izquierda, sea cual fuere, incluso la de otorgar a la escritora los reconocimientos que merece que, sin embargo, sí les han sido reconocidos en esta, su segunda casa…
Sit tibi terra levis...Que la tierra te sea leve…
Un texto,querida amiga,tan bellamente escrito,estoy segura,como sentido. La muerte es un tajo que rompe a quien se lleva con ella y a quien la observa…porque tiene un «eco mortal» esta muerte con la que con-vivimos.Tú lo expresas con tanto acierto:»Porque una muerte lleva a otra,y a otra…»
Un abrazo inmenso
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias amiga mía. Un abrazo enorme desde mi rincón del Sur,,,
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un fuerte abrazo desde mi Sur, donde también nos impacta y duele la partida de Almudena…como dices, una pérdida lleva a las otras. !Que cambien los Vientos! Gracias por tus palabras y la memoria ❤
Me gustaLe gusta a 1 persona
Un abrazo desde mi Sur, donde los aires, a veces, resultan demasiado difíciles…Gracias por tu lectura!
Me gustaLe gusta a 2 personas