Tras las huellas de Reshef-Melqart…

Los fenicios fueron los fundadores de Gadir (Cádiz) y de Onuba (Huelva) allá por el año 1000 a. C.  En ambas provincias se encontraron estatuillas o exvotos  que según los texto podrían  representar al dios egipcio Reshef o el dios fenicio Melqart
Fotografía: mp_dc

Ya de vuelta por estos lares tras haber pasado un verano de encuentros familiares y calor, mucho calor… Menos mal que septiembre nos regala el fresquito mañanero y una leve bajada de temperaturas que a mí me devuelve a mi escritorio, a mi estudio, a este rincón de mi casa ordenado y silencioso: apartado del mundanal ruido, como dijera el famoso fraile en su conocida Oda… Septiembre siempre ha sido especial porque ha marcado el paso de mi vida, el ritmo de mi tiempo. Un tiempo que sigo contando por ‘años académicos’ o ‘cursos’ y no por años naturales. A pesar de haberme reinventado, alterado mis horarios y reorganizado varias veces, no he perdido la costumbre de registrar en mi horizonte este mes como de reinicio, como casilla de salida… Una oportunidad para poner otra vez el marcador a cero y dar marcha a nuevos planes y proyectos personales. Así que regreso decidida a retomar el objetivo primigenio de este blog, con el firme propósito de no hacer incursiones por jardines que, aunque me correspondan por mi condición ciudadana, me pillan a contramano, me incomodan y sobre todo me crispan porque no sé hacerlo sin pasión ni vehemencia y mi salud emocional me lo prohíbe. Desde ya me propongo ensayar una mirada más amable, serena, sin ruidos de fondo, sin juicios de valor, intentando separar ‘la paja del grano’, apartándome -siempre que sea posible- de todo aquello que no sume o no aporte…

Y siendo la que suscribe una apasionada de la Historia -disciplina a la que me dedico desde donde alcanza mi memoria- vivir en el lugar más antiguo de Occidente es un gran privilegio y como tal lo transmití durante mis años de docencia, pretendiendo inculcar y promover en mis alumnos un espíritu curioso e investigador como una cualidad, como un derecho e incluso un ‘deber’ que les impulsara a indagar en nuestro pasado, siempre desde el respeto y la objetividad, a fin de conocer nuestros orígenes y comprender por qué pasa lo que pasa, vivimos como vivimos o somos como somos. Porque mirar al pasado y revisarlo, es necesario para comprender nuestra realidad presente. Mirar atrás con espíritu crítico, examinando de manera pulcra, limpia, sin contaminar, con actitud contemplativa, con el sano propósito de aprender porque nada puede alterar ya el curso de los sucesos que nos trajeron hasta este momento presente…

El gran Pitágoras de Samos, filósofo y matemático, afirmó que el ‘siete’ es el número perfecto. No sé si tendrá algo que ver o es simple casualidad que siete sean los ‘puntos mágicos’ de mi ciudad. Lugares que conectan con la historia desde la fundación del lugar a la Guerra de la Independencia tal y como recuerdan las inscripciones en ‘piedra ostionera’ típica de esta zona (una roca compuesta de restos de conchas marinas propia de toda el área de la desembocadura del Guadalquivir). Trescientos y pico años antes de que Pitágoras sentenciase dicho número, el historiador romano Veleyo Patérculo -según consta en un parágrafo de su obra Historia de Roma I , 2 , 1-3- mencionaba la fundación de Gadir allá por el 1100 a. C. O sea cuatrocientos años antes que Roma, la capital Imperial. No obstante será el geógrafo Estrabón quien recoja de otro historiador más antiguo, Posidonio, el relato más conocido sobre nacimiento de dicha ciudad.

Cuenta la ‘leyenda’ (que no la historiografía) que fenicios procedentes de la ciudad de Tiro llegaron a estas costas para fundar un templo en honor de Melqart (o de su homólogo egipcio Reshef). En dos ocasiones llegaron hasta aquí siguiendo las indicaciones de los oráculos que, sin embargo, no fueron favorables y tuvieron que regresar. En la tercera venida los sacrificios fueron propicios y establecieron la nueva colonia de Gadir (que significa ‘recinto cerrado’). La colonia presentaba un patrón semejante al de los asentamientos fenicios, es decir, una costa volcada al mar con buenas condiciones defensivas, islas cercanas y lugares elevados cerca de la costa (como Medina Sidonia) además de un acceso próximo a ríos navegables como el Guadalete o el Iro…

Pocos datos se conservan sobre la estructura y fisonomía de la ciudad, aunque consta que poseyó templos consagrados a la diosa Astarté y a Melqart, dios principal de Tiro, del que se encontraron algunos exvotos, figurillas de bronce, expuestas actualmente en el Museo de Cádiz.  

Melqart, señor de Tiro y Gadir acabaría fusionándose con el griego Heracles para continuar reinando en el estrecho de Gibraltar, una zona que él mismo creó con sus propias manos al separar las dos grandes rocas que llevan su nombre: las Columnas de Hércules… Pomponio Mela, geógrafo gaditano (s. I d. C) escribió sobre la celebridad del templo de Melqart venerado por su riqueza y antigüedad, añadiendo que «su santidad estriba en que guarda las cenizas de Hércules». El santuario recibió las visitas de Aníbal y Julio César…

Fotografía: mp_dc

Hasta aquí la leyenda, el relato popular de transmisión oral que ha narrado en el devenir de los tiempos el hecho histórico, eso sí, adornado con elementos fantásticos. Pero… ¿Qué cuenta la Historia? Según coinciden diversos historiadores los fenicios desembarcaron en estas costas allá por el siglo VI a. C. Se trataba de un pueblo que dominaba el arte de la navegación, experimentado en el arte de la construcción de naves tanto para la guerra como para el comercio. Naves que diseñan de forma alargada con doble fila de remeros situados en puentes superpuestos – ‘birrenes’- y un poste central para desplegar la vela. Con ellas cargadas de productos recorrían el Mediterráneo a lo largo de cual establecieron una red de colonias a las que abastecen con la madera de cedro de los bosques del Líbano; el trigo y el lino de Egipto; los bálsamos y la miel de Israel; los esclavos de África; el aceite de Grecia o los mulos y caballos de Anatolia y,más adelante con vinos, salazones y metales de la recién fundada Gadir… Estos productos, aquí en el Sur, se intercambiaban sobre todo por plomo, estaño y plata, los más apreciados y codiciados metales. Más adelante, el color púrpura se convirtió en su ‘producto estrella’. Cuenta otra leyenda que lo descubrió Melqart durante un paseo junto a una ‘nereida’. Desde entonces el tinte rojo púrpura se convirtió en el símbolo de los fenicios. Un producto muy deseado por otros pueblos por su enorme valor transaccional, lo que llevó a los fenicios a custodiar celosamente su fórmula…

En fin parece muy probable que Fenicia quisiera hacerse con un trocito de tierra firme en las islas Gadeiras, (actual Bahía de Cádiz) junto al templo de Melqart, donde pudieran residir sus funcionarios, soldados y sirvientes pues solo los sacerdotes podían pernoctar en el recinto y acceder a ciertas dependencias…A partir de aquí comienza la época fenicia acreditada con numerosos hallazgos expuestos en diferentes Museos y una variada historiografía basada en diversos estudios realizados por expertos en esta materia…

Esta etapa de nuestra historia local ha sido recientemente promovida y recordada a través de un proyecto puesto en marcha en esta ciudad. Proyecto que ha cobrado vida en la obra del escultor local Antonio Mota Aparicio, autor de las 10 esculturas en bronce, inspiradas en los exvotos encontrados en Sancti Petri, (Vid. Foto) que representan al dios egipcio Reshef o al fenicio Melqart. Las esculturas han sido dispuestas a lo largo de diez puntos diferentes de la ciudad comenzando por playa de La Barrosa, frente a la Torre del Puerco, desde donde parte el itinerario que reconstruye la travesía de las naves fenicias cuando alcanzaron las costas gaditanas. El abrigo del Cerro del Castillo, lugar ubicado ya en el interior, pone punto y final a esta ruta inspirada en nuestra historia más remota.

¡Que la disfruten!