Reflexionar es de sabias…

«Hay seis mitos sobre la vejez: 1. Que es una enfermedad, un desastre. 2. Que no somos conscientes. 3. Que somos asexuales. 4. Que somos inútiles. 5. Que no tenemos poder. 6. Que todos somos iguales. «(Maggie Kuhn)
Portada «Tan frescas…» de Ana Freixas

Cuando mi hijo me hizo ‘abuela’, mi hija me regaló un cuento: Abuelas de la A a la Z. El caso es que este es un libro-cuento para saborear en complicidad y en familia…El libro describe los distintos ‘estereotipos’ de abuelas: desde las ‘cocinillas’ o ‘arreglalotodo’ a las ‘modernas’ o ‘coleccionistas’ pasando por las ‘brujas’, ‘reinas’ y ‘melancólicas…’ Según parece mi perfil encaja en el de ‘abuela que nunca abandona un sueño’: «Si quieres, puedes…En el caso de las abuelas que nunca abandonan un sueño, esta no es una frase más, sino una manera de entender la vida. Si a esto sumamos que el paso del tiempo no les preocupa, porque saben que, bien empleado, el tiempo da para hacer lo que una se proponga, y que le fascinan los retos, nos encontramos frente a un tipo de abuela que no se detiene ante nada […] Son de la opinión de que todo lo que quieras, si de verdad de la buena lo quieres, es posible, solo tienes que empeñarte […] Son expertas en levantarse después de una caída […] Y al contrario que las abuelas Tiquismiquis, creen fervientemente que es mejor arrepentirse de algo que se ha hecho que de algo que nunca te atreviste a hacer…» (p. 54). No fue fácil la verdad y exigió mucho diálogo y varios días de paciente lectura hasta que llegamos a un consenso coral en que intervino alguien más además de mi nieto (mi hija). Ser abuela me hizo, sin duda, mejor persona…

Aunque la vejez es otra cosa…

No sé muy bien a qué edad una empieza a sentirse, considerarse o definirse como ‘vieja’, ‘anciana’, ‘mayor’, o si esa consideración más que de una misma llega desde fuera, de quienes nos rodean. A veces de los más cercanos, de los hijos, que comienzan a tratarnos con una repentina indulgencia, se vuelven protectores e incluso pretenden (con buenas intenciones) ejercer cierta ‘tutela’ sobre nosotras, sus madres… Tengo amigas de mi edad a las que veo debatirse y hasta revelarse contra este trato con visos paternalistas porque, en su opinión, es temprano e innecesario… Hacerse mayor no implica (en todos los casos) una disminución de la capacidad de decidir, ni de discernir lo que es mejor para una misma, ni merma el libre albedrío para hacer lo que corresponda si, además, todo ello viene avalado por una buena dosis de sentido común… Porque es una realidad que, llegado el momento, se desencadenará un proceso de ‘autopercepción’ por el cual comenzamos a tomar conciencia del momento que vivimos y de los cambios que se avecinan… Un proceso que se realiza en el marco de la construcción de nuestra subjetividad y de una nueva identidad del ‘yo’…

Comenzamos a cambiar, cierto, pero nos sentimos las mismas…Al menos en nuestro interior. Allí donde el reloj parece haberse detenido para continuar siendo las mujeres que fuimos, las que siempre seremos en esencia (al menos mientras estemos cuerdas). Por eso quienes nos quieren o nos aman, nos ven siempre atractivas, guapas, atemporales a pesar de las arrugas o las canas, porque el amor que nos profesan les otorga la capacidad de percibir y adivinar nuestra ‘esencia…’. Puede que por eso me chirríe tanto que alguien, que no es su nieto, se dirija a una señora mayor con el genérico ‘abuela (cosa que hasta ahora me produce fastidio ajeno, porque a mí no me ha sucedido aún). Yo siempre seré la abuela de mi nieto así como también únicamente madre de mis hijos, hermana de mis hermanos, tía de mis sobrinos o amiga de mis amigos y en su caso, pareja, esposa o amante según corresponda…Más allá de los treinta y pico sinónimos con los que cuenta el castellano para referirse a los más mayores, lo que demuestra la riqueza de nuestra lengua, mi declarada y reconocida pasión por el mundo de las palabras se vuelve antipatía y aversión cuando alguien echa mano de ‘palabras pastel’ y de los diminutivos, tan empalagosos como ridículos, con frecuencia utilizados para dirigirse a las personas mayores… El momento de mayor dignidad y sabiduría elevado al mayor grado de estupidez, de sensiblería y finalmente envuelto en una pátina de ñoñería vergonzante…

La historia esta poblada de ejemplos que revelan e ilustran el peso que han representado los mayores en las diversas culturas orientales y occidentales. Para empezar, cuando ni siquiera se conocía la escritura, eran los ancianos los encargados de preservar las tradiciones y conocimientos gracias a la transmisión oral. Los mayores conformaban la ‘memoria’ de la tribu. Nuestros ancestros no consideraban a los mayores una carga, por el contrario los valoraban, porque ellos eran los depositarios y garantes de la memoria colectiva…Más adelante Aristóteles se posicionó a este respecto separando a los guerreros de los que gobiernan y conforman el Estado. O sea, los ancianos. En la antigua Roma el Senatus Populus Que Romanus (SPQR) vino a simbolizar el poder de los ancianos del Senado y del pueblo.

Y qué decir de las culturas orientales sino que la figura del anciano ha sido (y es) respetada, admirada y elevada la categoría de pilar fundamental de la sociedad…Según parece China es uno de los países más respetuosos con la vejez. Un valor que hunde sus raíces en el pensamiento difundido por Confucio: «si uno no demuestra respeto hacia los ancianos ¿en qué se diferencia de los animales?».

Ha sido la historia de las mujeres la que ha reivindicado el papel de las ancianas en el ámbito cotidiano. Fueron las abuelas quienes transmitían a las hijas y nietas los ‘saberes’, ese conjunto de conocimientos fruto de la experiencia femenina que constituyen el soporte fundamental para la vida de las personas y para la vida social. Los saberes han discurrido en paralelo a los conocimientos científicos -reservado a los varones pero vetados a las féminas- y conforman un bagaje que ha circulado a través de la historia de generación en generación. En este marco las mujeres mayores, las ancianas, las abuelas, han sido guardianas y transmisoras…

Pero vivimos en el siglo XXI y aunque sigamos transmitiendo ‘saberes’ hemos conquistado el acceso al conocimiento científico y roto algún que otro techo de cristal. Ya no somos las ‘convidadas de piedra’ en el gran teatro de la historia. Las mujeres de mi generación con las me relaciono, casadas, separadas o solteras, en particular quienes vivimos solas, nos preguntamos con cierta incertidumbre qué será de nosotras, acostumbradas a gestionar nuestras vidas, a resolver, a asumir responsabilidades, a decidir…Somos mayores pero libres, independientes y autosuficientes -por ahora- y no encajamos en el cliché de vejez tal y como pervive en el imaginario social colectivo…Nos negamos a reconocernos en una vejez sin sexo y sin pasión (como la de nuestras abuelas) solo porque ya no menstruamos y reclamamos una vejez respetable y digna que nos represente a todas, en la que tengan cabida emociones como el amor, el deseo, la curiosidad -como afirmó Saramago- y la capacidad de asombro, sin que nadie se escandalice por ello…

Por eso algunas mujeres consideramos que la visión, el concepto sobre lo qué es y lo que no es la vejez, necesita una revisión y una perspectiva de género que vierta una mirada más amable, realista, justa e igualitaria. Sin juzgar pero sin condicionar, rebajando el grado de permisividad y benevolencia que separa y distingue nuestra vejez de la de los hombres… Una mirada multidisciplinar para crear nuevos paradigmas acordes con las nuevas generaciones abocadas a la vejez en este siglo. Necesitamos un nuevo modelo que establezca la dignidad y la diversidad como ejes prioritarios que nos represente tal y como actualmente somos: mujeres preparadas, dispuestas a asumir nuestro cuerpo sin dramatismo (a pesar del ‘culto al físico’, de los cánones…), a interpretar las señales del paso del tiempo con cierta gratitud, sin nostalgias…

Las arrugas que nos recorren como ríos y afluentes de sabiduría constituyen el mapa de nuestra trayectoria vital. Representan nuestro itinerario personal. Reflejan las parada en estaciones de trenes y las estancias más o menos prolongadas en los diversos puertos…

Cuando Adolfo Domínguez promocionó el conocido eslogan la ‘arruga es bella’ se refería a la ropa, sí, pero tanto en cuanto para el diseñador el vestido que nos cubre actúa como una segunda piel… Magnífica metáfora…

Y finalmente, creo que también es necesario naturalizar la muerte, incorporarla al ámbito de lo cotidiano, sobre todo en estos tiempos en los que sentimos vulnerables, frágiles y caducos… No somos eternos, ni falta que nos hace… Pero acercarnos a la realidad de la muerte ayudaría a considerar la vida como un valor en alza. Mirarla cara a cara, atreverse a nombrar los miedos, aprender que vivir y morir son las dos caras de una misma moneda: la vida…

Reflexionar es de sabias…

Todas estas reflexiones me surgen a la luz de una larga y animada charla al compás de los recuerdos. Filosofando. Intentando arreglar el mundo y la vida de algunas de las personas que lo habitan…Un diálogo en el que intercambio perspectivas, descubro nuevas sinergias, acuerdo puntos de encuentro y, como disfrutona que soy, disfruto y me regodeo con la buena compañía y de las cosas sencillas de la vida… Tal como sucedió un domingo cualquiera de cielo azul, de calor, de sudor, de aromas a sal y al mar de mi tierra, en este rinconcito al sur del sur donde vivo…

Y de todo esto y de mucho más va el nuevo libro de Ana Freixas que acaba de salir al mercado: Yo, vieja. Profesora de Universidad, escritora, feminista. Ana Freixas es una reconocida autoridad en el análisis y estudio sobre el envejecimiento femenino, tema en que viene profundizando desde que defendiera su tesis doctoral en psicología que versó en torno a ‘la autopercepción del proceso de envejecimiento de las mujeres’. Aunque formada en la Universidad de Barcelona, alma mater, en el año 1981 ingresó como docente e investigadora en la Universidad de Córdoba, ciudad donde se estableció y vive actualmente. Sus vínculos con Andalucía son, por tanto, añejos y sólidos.

Su línea de investigación ha viajado a través de los tiempos en torno al estudio de la realidad de la vejez y sus múltiples derivadas en el marco de la coeducación y del feminismo además de ejercer la docencia en psicología desde una perspectiva de género. Su pensamiento a este respecto queda reflejado en todas sus obras en las que el binomio mujeres-vejez es el eje principal, la columna vertebral en torno a la cual giran sus análisis y propuestas.

Yo, vieja, contiene «un conjunto de propuestas de resistencia pensadas para la nueva generación de viejas que van estrenando libertades, para las que mantienen su dignidad, para las ancianas que mientras se desplazan por el calendario son capaces de escudriñar la vida y las relaciones cotidianas con perseverancia y agudeza […] y también hacer visibles determinadas formas de situarnos en el mundo que consolidan los estereotipos que la sociedad tiene sobre las veteranas. Es un canto a la libertad y el desparpajo; a la vejez confortable y afirmativa. Con la pretensión de que entre todas consigamos vivir una edad mayor elegante, relajada, firme».

Personal y ‘transferible…’ (1)

La palabra ‘pensar’ implica la acción de analizar con nuestra razón las ideas y comportamientos para luego adoptar decisiones o resoluciones…o no…
Imagen Internet

De vez en cuando a una le gusta compartir lo que piensa. Expresarse. Contar. Como dice Pablo, mi nieto, ‘narrar’… Porque narrar es lo que hacía mientras el avión se desplazaba despacio buscando la pista de despegue. Su mano estrechaba la mía con fuerza porque, aunque lo disimulara, tenía miedo. Por eso le ‘narraba’ paso a paso los previos: la lanzadera, la ruta, los sonidos y las señales hasta que finalmente nos elevamos y pudo encender la tablet para jugar… A mi me desaparecen los miedos cuando tengo información porque cesa la incertidumbre, porque dejo de fabricar historias en mi cabeza, porque me guste o no la respuesta, mi miedo queda refrendado con la verdad y ya no puedo fantasear con supuestas hipótesis. Por eso Pablo se relajó y se soltó de mí tranquilo… Por cierto este ha sido mi primer vuelo postpandemia. El primer contacto con muchos desconocidos a la vez bajo protección del protocolo covid. En mi opinión la mayor parte de la población parece haber asumido las medidas básicas de seguridad y, en general, se nota una dinámica de respeto intentando no invadir el espacio ajeno, ni colarse, ni hacer trampas, ni saltarse las normas… Igualmente percibí cierto nivel de confianza -ausencia o superación del miedo inicial diría yo-. Un alto grado de seguridad seguramente proporcionado por la vacunación. En fin, parece que lo peor ha pasado, que poco a poco nos vamos adentrando en la denominada era postpandémica…

No obstante y, a pesar de todo, cuando tengo ocasión de comentar estas y otras sensaciones con familiares y amigos de mi edad, a pesar de coincidir en la idea de experimentar una normalidad cada vez más parecida a que teníamos, también estamos de acuerdo en el coste personal que ha representado. En las secuelas individuales. En la mayor o menor influencia que sobre cada uno en particular ha ejercido el confinamiento forzoso así como el voluntario y preventivo…La intensidad del miedo ha sido diferente, sobre todo según la edad. Los más mayores piensan que les robaron ‘el mes de abril’ como dice la canción, que aunque Amaia cantara aquello de ‘veinte años no es nada’ lo son y dos años para algunas personas pueden significar la frontera entre poder hacer o no (y esta idea la tomo prestada de mi hermano).

Es imposible no considerar los daños colaterales e intentar olvidar, pasar a la siguiente pantalla y seguir… No será tan fácil y requerirá tiempo…

Al hilo de estas reflexiones me vinieron otras ideas a la cabeza. Ráfagas, retazos de la vida y del mundo. De cómo me veo, de cómo me proyecto, de como era y como soy, de lo vivido, de lo venidero, de lo que he sentido, de lo que siento…De cómo me siento… Cuando analizo mi mapa emocional veo un puerto marcado con una cruz al que siempre vuelvo aunque solo sea para recordar que una vez eché el ancla y me quedé varada. Que me sumergí en aquella aguas y viví al socaire de días soleados, de noches estrelladas bajo a la luz de la luna. Y aunque Sabina repita que ‘al lugar donde has sido feliz no debieras tratar volver…’ prefiero -como dice su colega Perales- navegar en un ‘velero’, abrir estelas en el mar y, con un poco de suerte, quien sabe si tropezarme con un par ojos azules que me pregunten ¿cómo estás? En fin, lo que quiero decir es que como tengo superados la mayoría de los tópicos si que me atrevería a volver -al menos un ratito- allí dónde fui feliz, incluso a sabiendas de que no puedo quedarme…

¿Adicta al riesgo? No creo…

Puede ser que a estas alturas de la vida, cuando el trayecto recorrido alcanza casi la totalidad de la misma (teóricamente claro) una dedique gran parte del tiempo a revisar, recordar, reinventar…

Me encantan las palabras que llevan el prefijo re-…

Renglón seguido y, aunque nada tenga que ver con canciones y menos con Sabina o Perales (ya anticipo que el post es un batiburrillo de ideas pero con sentido…) recordé aquella célebre frase que pronunció Heráclito de Éfeso cinco siglos a. de C. : ‘todo fluye, nada permanece’. O sea que la vida es ser y no ser, que todo pasa en un plisplás, que somos para dejar de ser pero mientras existimos y somos ansiamos eso que llamamos ‘felicidad’. Una palabra que carece de homóloga y que los diccionarios relacionan con todas aquellas que la conforman y definen: dicha, bienestar, suerte, prosperidad, ventura, fortuna, contento, alegría, bonanza, satisfacción…

Y si alguien dice lo contrario, probablemente se miente a sí mismo…

Mucho ha llovido desde entonces aunque la afirmación ‘heracliana’ se mantiene vigente, no ha perdido pujanza tal y como ha quedado demostrado con la pandemia. Es más, nuestra concepción individualista se tambalea porque hemos experimentado la interdependencia como consecuencia de la globalización, porque ya no podemos ‘pensarnos’ como seres individuales sino en interconexión con resto de seres y con el planeta. Una idea instalada en la memoria colectiva oriental desde hace milenios que nosotros acabamos de descubrir…

Y con el tiempo diremos que la idea fue nuestra…

Los pensamientos continuaron y por si no fuera poco, en medio de este tinglado me vino a la cabeza un libro de Bauman sobre su teoría del ‘mundo líquido’ y su concepción sobre lo que él entiende como ‘sociedad líquida’. Una sociedad en continuo cambio en la que los individuos deben adaptarse constantemente y a velocidad de vértigo…La metáfora del ‘fluido’ resulta verdaderamente clarificadora por cuanto expresa la enorme versatilidad de la época moderna a la que pertenecemos. Cuando Bauman diserta sobre ‘la vida líquida’ estipula que los comportamientos colectivos tienden a devorar el mundo que les rodea, otorgándole la cualidad de cautivar y crearnos la ilusión de la necesidad de consumir constantemente, considerando que tenemos necesidades que realmente no son…Todo los fluidos se adaptan a su recipiente…Eso hacemos en la sociedad actual: adaptarnos sin cesar…

Perdonen si la entrada resulta un tanto caótica, a mitad de camino entre la propia inspiración y la conversación con una ‘musa’ que aparece y desaparece, a quien agradezco el soplo de iluminación insuflado…

Es condición de ‘la pensadora’, como buena cartesiana, considerar que existir es pensar, aunque a veces lo haga en exceso sobre lo que debería y lo que no… Y este es el resultado de la parte que considero ‘personal y transferible…’

Ergo habrá más… Otro día…

Tras las huellas de Reshef-Melqart…

Los fenicios fueron los fundadores de Gadir (Cádiz) y de Onuba (Huelva) allá por el año 1000 a. C.  En ambas provincias se encontraron estatuillas o exvotos  que según los texto podrían  representar al dios egipcio Reshef o el dios fenicio Melqart
Fotografía: mp_dc

Ya de vuelta por estos lares tras haber pasado un verano de encuentros familiares y calor, mucho calor… Menos mal que septiembre nos regala el fresquito mañanero y una leve bajada de temperaturas que a mí me devuelve a mi escritorio, a mi estudio, a este rincón de mi casa ordenado y silencioso: apartado del mundanal ruido, como dijera el famoso fraile en su conocida Oda… Septiembre siempre ha sido especial porque ha marcado el paso de mi vida, el ritmo de mi tiempo. Un tiempo que sigo contando por ‘años académicos’ o ‘cursos’ y no por años naturales. A pesar de haberme reinventado, alterado mis horarios y reorganizado varias veces, no he perdido la costumbre de registrar en mi horizonte este mes como de reinicio, como casilla de salida… Una oportunidad para poner otra vez el marcador a cero y dar marcha a nuevos planes y proyectos personales. Así que regreso decidida a retomar el objetivo primigenio de este blog, con el firme propósito de no hacer incursiones por jardines que, aunque me correspondan por mi condición ciudadana, me pillan a contramano, me incomodan y sobre todo me crispan porque no sé hacerlo sin pasión ni vehemencia y mi salud emocional me lo prohíbe. Desde ya me propongo ensayar una mirada más amable, serena, sin ruidos de fondo, sin juicios de valor, intentando separar ‘la paja del grano’, apartándome -siempre que sea posible- de todo aquello que no sume o no aporte…

Y siendo la que suscribe una apasionada de la Historia -disciplina a la que me dedico desde donde alcanza mi memoria- vivir en el lugar más antiguo de Occidente es un gran privilegio y como tal lo transmití durante mis años de docencia, pretendiendo inculcar y promover en mis alumnos un espíritu curioso e investigador como una cualidad, como un derecho e incluso un ‘deber’ que les impulsara a indagar en nuestro pasado, siempre desde el respeto y la objetividad, a fin de conocer nuestros orígenes y comprender por qué pasa lo que pasa, vivimos como vivimos o somos como somos. Porque mirar al pasado y revisarlo, es necesario para comprender nuestra realidad presente. Mirar atrás con espíritu crítico, examinando de manera pulcra, limpia, sin contaminar, con actitud contemplativa, con el sano propósito de aprender porque nada puede alterar ya el curso de los sucesos que nos trajeron hasta este momento presente…

El gran Pitágoras de Samos, filósofo y matemático, afirmó que el ‘siete’ es el número perfecto. No sé si tendrá algo que ver o es simple casualidad que siete sean los ‘puntos mágicos’ de mi ciudad. Lugares que conectan con la historia desde la fundación del lugar a la Guerra de la Independencia tal y como recuerdan las inscripciones en ‘piedra ostionera’ típica de esta zona (una roca compuesta de restos de conchas marinas propia de toda el área de la desembocadura del Guadalquivir). Trescientos y pico años antes de que Pitágoras sentenciase dicho número, el historiador romano Veleyo Patérculo -según consta en un parágrafo de su obra Historia de Roma I , 2 , 1-3- mencionaba la fundación de Gadir allá por el 1100 a. C. O sea cuatrocientos años antes que Roma, la capital Imperial. No obstante será el geógrafo Estrabón quien recoja de otro historiador más antiguo, Posidonio, el relato más conocido sobre nacimiento de dicha ciudad.

Cuenta la ‘leyenda’ (que no la historiografía) que fenicios procedentes de la ciudad de Tiro llegaron a estas costas para fundar un templo en honor de Melqart (o de su homólogo egipcio Reshef). En dos ocasiones llegaron hasta aquí siguiendo las indicaciones de los oráculos que, sin embargo, no fueron favorables y tuvieron que regresar. En la tercera venida los sacrificios fueron propicios y establecieron la nueva colonia de Gadir (que significa ‘recinto cerrado’). La colonia presentaba un patrón semejante al de los asentamientos fenicios, es decir, una costa volcada al mar con buenas condiciones defensivas, islas cercanas y lugares elevados cerca de la costa (como Medina Sidonia) además de un acceso próximo a ríos navegables como el Guadalete o el Iro…

Pocos datos se conservan sobre la estructura y fisonomía de la ciudad, aunque consta que poseyó templos consagrados a la diosa Astarté y a Melqart, dios principal de Tiro, del que se encontraron algunos exvotos, figurillas de bronce, expuestas actualmente en el Museo de Cádiz.  

Melqart, señor de Tiro y Gadir acabaría fusionándose con el griego Heracles para continuar reinando en el estrecho de Gibraltar, una zona que él mismo creó con sus propias manos al separar las dos grandes rocas que llevan su nombre: las Columnas de Hércules… Pomponio Mela, geógrafo gaditano (s. I d. C) escribió sobre la celebridad del templo de Melqart venerado por su riqueza y antigüedad, añadiendo que «su santidad estriba en que guarda las cenizas de Hércules». El santuario recibió las visitas de Aníbal y Julio César…

Fotografía: mp_dc

Hasta aquí la leyenda, el relato popular de transmisión oral que ha narrado en el devenir de los tiempos el hecho histórico, eso sí, adornado con elementos fantásticos. Pero… ¿Qué cuenta la Historia? Según coinciden diversos historiadores los fenicios desembarcaron en estas costas allá por el siglo VI a. C. Se trataba de un pueblo que dominaba el arte de la navegación, experimentado en el arte de la construcción de naves tanto para la guerra como para el comercio. Naves que diseñan de forma alargada con doble fila de remeros situados en puentes superpuestos – ‘birrenes’- y un poste central para desplegar la vela. Con ellas cargadas de productos recorrían el Mediterráneo a lo largo de cual establecieron una red de colonias a las que abastecen con la madera de cedro de los bosques del Líbano; el trigo y el lino de Egipto; los bálsamos y la miel de Israel; los esclavos de África; el aceite de Grecia o los mulos y caballos de Anatolia y,más adelante con vinos, salazones y metales de la recién fundada Gadir… Estos productos, aquí en el Sur, se intercambiaban sobre todo por plomo, estaño y plata, los más apreciados y codiciados metales. Más adelante, el color púrpura se convirtió en su ‘producto estrella’. Cuenta otra leyenda que lo descubrió Melqart durante un paseo junto a una ‘nereida’. Desde entonces el tinte rojo púrpura se convirtió en el símbolo de los fenicios. Un producto muy deseado por otros pueblos por su enorme valor transaccional, lo que llevó a los fenicios a custodiar celosamente su fórmula…

En fin parece muy probable que Fenicia quisiera hacerse con un trocito de tierra firme en las islas Gadeiras, (actual Bahía de Cádiz) junto al templo de Melqart, donde pudieran residir sus funcionarios, soldados y sirvientes pues solo los sacerdotes podían pernoctar en el recinto y acceder a ciertas dependencias…A partir de aquí comienza la época fenicia acreditada con numerosos hallazgos expuestos en diferentes Museos y una variada historiografía basada en diversos estudios realizados por expertos en esta materia…

Esta etapa de nuestra historia local ha sido recientemente promovida y recordada a través de un proyecto puesto en marcha en esta ciudad. Proyecto que ha cobrado vida en la obra del escultor local Antonio Mota Aparicio, autor de las 10 esculturas en bronce, inspiradas en los exvotos encontrados en Sancti Petri, (Vid. Foto) que representan al dios egipcio Reshef o al fenicio Melqart. Las esculturas han sido dispuestas a lo largo de diez puntos diferentes de la ciudad comenzando por playa de La Barrosa, frente a la Torre del Puerco, desde donde parte el itinerario que reconstruye la travesía de las naves fenicias cuando alcanzaron las costas gaditanas. El abrigo del Cerro del Castillo, lugar ubicado ya en el interior, pone punto y final a esta ruta inspirada en nuestra historia más remota.

¡Que la disfruten!