La Pascua ―también llamada Pascua de Resurrección, Pascua Florida, Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria― es la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora, de acuerdo con los evangelios canónicos, la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado ..

El Pésaj (pascua en hebreo) conmemora la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto, relato que contiene el libro del Éxodo en el Antiguo Testamento. Es la fiesta equivalente a la Pascua cristiana, un tiempo litúrgico que comenzó tras el carnaval y va precedido por las carnestolendas (los tres días anteriores al miércoles de ceniza), el miércoles de ceniza, la cuaresma y la Semana de Pasión. Judaísmo y cristianismo, históricamente enraizados, comparten esta celebración considerada una fiesta religiosa por excelencia que recuerda la Resurrección, el paso de la muerte a la vida…
Por segundo año consecutivo celebramos la Semana Santa de otra manera. El año pasado confinados y este perimetrados pero tanto en uno como en otro aficionados, cofradías y hermandades se han encargado de no dejar la Semana Santa en el olvido. Las hermandades de diferentes ciudades han promovido diversos actos (exposiciones, audios, vídeos…). La prensa y la TV han tirado de archivo y paseado las cámaras a lo ancho de nuestra geografía a fin de mostrar la diversidad de tradiciones culturales y religiosas en torno a este importante evento. Las ciudades con ayuda de las autoridades han tirado de ingenio y así hemos visto el ‘tronocar’ valenciano, una especie de ‘papa móvil’, en mi opinión de pésimo gusto y peor estética, que ha paseado algunas imágenes por la capital. Por otro lado, los templos de casi todas las localidades han abierto sus puertas de par en par para que los vecinos, los mismos que pasarán de largo el resto del año, hagan colas de más de una hora para desfilar ante Cristos y Vírgenes para poder rezar o derramar dos fervorosas lágrimas para después, una vez aliviada el alma, reconfortar el cuerpo en algunos de los bares del entorno. Departir con la familia o los amigos en torno a una buena mesa, quitará la pena de no poder disfrutar de la esperada Semana Grande…Así es. Así somos. Todo esto también conforma nuestra identidad, nuestra idiosincrasia que, curiosamente, resulta sumamente atractiva para los extraños…En definitiva, la sociedad quiere recordar que es tiempo de procesiones, de penitentes, de cirios, de bolas de cera, de mujeres de mantilla, de roscos, de torrijas, de bandas de músicas, de flores, de pétalos de rosa que caen como lluvia, del crujir de túnicas y de los varales de palios de plata y oro que suenan por las esquinas o se balancean en las cuestas, al ritmo que marcan los pies de los costaleros que danzan y calzan los pasos de Vírgenes Dolorosas, portadoras de puñales, madres de luto por la muerte del Hijo de Dios… La máxima expresión de la religiosidad popular, la concepción religiosa de la Pasión marcada a fuego en la memoria de generación en generación, conservada, casi intacta, en el imaginario colectivo desde tiempos remotos…
Y llegó en domingo de Pascua que pone punto final a esta Semana. No sé por qué recordé aquello que me enseñaron de pequeña en el colegio: comulgar al menos una vez al año por Pascua Florida, el tercer mandamiento, de obligado cumplimiento para todo buen católico que se precie…Entonces lo aprendí como se aprendía casi todo, por repetición, hasta que se quedaba marcado en la memoria para siempre. En aquel tiempo la memoria jugaba un importante papel por lo que poseer una buena base mnemotécnica era esencial en el proceso de aprendizaje: definiciones, reglas ortográficas y gramaticales, declinaciones en latín y griego, poesías e incluso direcciones y números de teléfonos y, por supuesto santos, cumpleaños, aniversarios… Como no había móviles ni internet todos los datos se almacenaban en nuestro pen drive natural, el mismo que traíamos de fábrica: la memoria… En fin,, a lo que iba. La Pascua ‘florida’, locución que no tiene traducción, celebra la resurrección de Cristo. La palabra ‘pascua’ proviene del latín páscae, que a su vez deriva del griego clásico πάσχα (pasja), una adaptación del hebreo פסח (pésaj), que significa ‘paso’ o ‘salto’, metáfora o simbolismo del paso de la muerte a la vida. Aunque el verdadero origen de la Pascua se remonta al año 1513 a. de C. fecha en la que el pueblo judío emprendió su éxodo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. El calificativo ‘florida’ está relacionado con la primavera, fecha en la que, más o menos, coincide este evento. La Pascua cristiana o el Pésaj judío constituyen una festividad de suma importancia que no pasa desapercibida a sus fieles que la celebran de manera especial mediante una liturgia, rituales y comidas propias, elaboradas específicamente para este día del año…
En España existe una larga tradición en torno a esta celebración, sobre todo por el papel y el peso que la Iglesia ha representado a lo largo de la Historia. Las liturgias y tradiciones son muy numerosas y variadas a lo ancho de nuestra geografía, por lo que podemos afirmar que cuenta con un enorme acervo cultural de gran calado en el pueblo y por ello representa el ejemplo por excelencia de religiosidad popular que no debe ser confundida con la fe o activismo religioso. Al calor de esta fiesta se han desarrollado numerosas actividades económicas de las que han subsistido y todavía subsisten muchas familias.
Respecto a sus orígenes se puede afirmar que la Semana Santa se ha venido celebrando prácticamente desde los inicios del cristianismo, aunque la génesis de las cofradías y hermandades es más cercano en el tiempo remontándose al siglo XV, cuando los laicos se asociaron y crearon dichas organizaciones a fin de ayudarse y apoyarse mutuamente en momentos difíciles, sobre todo en la enfermedad y la muerte (es importante recordar que ‘enfermar’ y ‘morirse’ siempre ha sido caro, y no todo el mundo podía costearlo. Los gremios y cofradías subvencionaban los funerales a sus miembros), además de revivir la pasión de Jesucristo. Así nacieron las procesiones con la finalidad de ‘representar’ la Pasión y muerte de Jesús.
No obstante fue a finales del siglo XV y principios del XVI, al mismo tiempo que se surgió un movimiento reformista que perseguía la búsqueda de un cristianismo más auténtico y acorde con el evangelio, cuando eclosionaron las cofradías de pasión que cristalizaron, sobre todo, en Andalucía desde donde se extendieron al resto del territorio nacional, cuyo acto central era la estación de penitencia (que quiere decir que la procesión haga parada o ‘estación’ al menos en un templo a lo largo de su recorrido). Las primeras procesiones portaban un crucificado al que se unió, más adelante, una Virgen de los Dolores colocada sobre unas parihuelas. Ambas imágenes procesionaban a son de un tambor o una trompeta, cuyos sonidos pretendía añadir, intencionadamente, solemnidad al cortejo fúnebre.
Conforme el barroco fue cuajando se fueron sumando otros elementos (recordemos que el barroco se distingue por la profusión , la exageración y lo recargado…) hasta obtener un formato muy parecido al actual. Es necesario considerar el valor que adquiere en el Barroco la representación, la imagen visual, la teatralidad, la escena que, poco a poco, promovieron el lujo, el boato y la ostentación que permearon la esencia y se afianzaron en cofradías y hermandades que comenzaron a disputarse el prestigio, la reputación, la fama que , desde entonces, anegaron el espíritu cofrade de tal manera que, hoy por hoy, resulta difícil separar y, mucho menos distinguir, el fondo de la forma, lo material de lo espiritual. Con el tiempo la enorme proliferación de cofradías hizo que muchas de ellas se fusionaran y que en algunas ciudades, se regularan sus procesiones «introduciendo la obligación de hacer estación de penitencia en la catedral”.
En el devenir de los tiempos las cofradías y hermandades, desde entonces hasta la actualidad, ha sido muy desigual. Durante los siglos XVII al XIX experimentaron una fuerte crisis propiciada por la propia jerarquía eclesiástica, empeñada en su regularización y actualización tanto de fines como de reglas, y con ocasión de las guerras. Posteriormente, durante los años treinta del siglo XX y tras el Concilio Vaticano, se puso en tela de juicio su misma existencia.
Sin embargo, han sobrevivido a los avatares del tiempo y llegado hasta nuestros días mostrando un vigor que revela las profundas convicciones sus integrantes además de mostrar en el plano artístico una especial sensibilidad que distingue a nuestro país por encima de otros de la órbita cristiana. En opinión del historiador José Escribano, «aun siendo diferentes en el plano de lo estético, las salidas penitenciales de las numerosas cofradías de Pasión que salpican nuestra geografía, continúan mostrando de un modo bello nuestra diversidad y nuestras raíces comunes».