El secreto del ‘guardainfante…’


Guardainfantes: Armazón de aros metálicos que se ata a la cintura con cintas y se coloca bajo una falda larga para ahuecarla; fue un soporte del vestido originalmente circular que fue aplanándose por delante y por detrás y ensanchándose por los lados, dando una forma exageradamente ancha a las caderas...

Que la ‘moda viene de París’ ha sido uno de los tópicos que más se ha repetido a lo largo de la Historia, cosa que no es del todo cierta. Aunque nos cueste creerlo la España del XVII también marcó tendencia poniendo de moda el color negro, popularizado y extendido por los Austrias tal y como veremos en un próximo post… La globalización, la multiculturalidad y el uso masivo internet tan presentes en nuestras sociedades actuales, han traído como consecuencia la utilización de usos y estilos diversos que coexisten y atienden la demanda de grupos sociales diferentes de manera que ya no se puede hablar de moda -en singular- sino de modas…

El vestido, el traje, la ropa en general y sus complementos conforman nuestra identidad, reflejan nuestra ideología y proclaman nuestra manera de ser y estar en el mundo. Cómo vestimos comunica a los demás quiénes somos. Nuestra imagen visual forma parte de esa liturgia que conforma la representación visual que constituye, a su vez, la base sobre la que construimos los estereotipos que a menudo condicionan nuestras relaciones y opiniones. A partir de este corolario buscamos nuestras propias singularidades, aquello que nos distingue de los otros, proyecta nuestro yo, nuestra subjetividad dejando entrever, a la par, nuestra individualidad la misma que nos diferencia del resto de seres y nos convierte en los individuos únicos e irrepetibles que somos…

La historia de la moda refleja la evolución de las prendas de vestir a través de los tiempos así como los factores que incidieron en ella: el clima, la geografía, los recursos… Pero sobre todo, el vestido ha sido objeto de diferenciación sexual y de género. El traje ha distinguido a los hombres de las mujeres y también a las propias mujeres en función de diversas categorías como el estatus socio-económico, la profesión, el estado civil o la religión. Así, las mujeres honestas -entiéndase por honestas las casadas estuvieron sujetas a unos cánones a su vez ajustados a determinados tejidos y colores, algunos de los cuales fueron privativos de ciertos grupos sociales o marginales como en el caso de las prostitutas, a quienes se reservó el color amarillo… El color delimitaba así la frontera entre la honestidad y la indecencia. En definitiva a lo largo de la historia de la humanidad y, en este caso durante la Edad Moderna, la jerarquización social se extrapoló a todos ámbitos de la vida, también al vestido, cuestión que adquirió tal importancia que incluso llegó a estar regulada por el Estado a tenor de los numerosos tratados de leyes suntuarias sancionadas por los Reyes durante los siglos XVI, XVII y XVIII.

Las mujeres tuvieron que padecer el ‘peso’ -en sentido literal- de la moda. Sufrieron y soportaron lo indecible con el uso de prendas incómodas, excesivamente ajustadas y recargadas telas ya de por sí pesadas, la mayoría confeccionadas con grueso tafetán negro, o de pelo de cabra gris liso, con las que debían asistir e incluso presidir (en el caso de las Reinas y nobles tituladas) numerosos actos oficiales, sociales o cortesanos que las obligaban a permanecer en pie durante horas… Las numerosas series y películas inspiradas en esta época, algunas muy bien ambientadas, han acercado a los espectadores a los ambientes, costumbres y vestuario de algunas cortes modernas europeas.

Entre las numerosas prendas femeninas (Vid. Museo del Traje de Madrid) llama particularmente la atención el ‘guarda-infante’ (palabra que separo mediante guión para comprender mejor su significado). Con semejante nombre no cabe duda que fue una prenda nacida para ‘guardar’ el mayor secretos que cualquier mujer que se preciara pudiera querer preservar… Exacto: el embarazo no deseado, los hijos ilegítimos, esos hijos engendrados furtivamente, ‘frutos prohibidos’ que podían acabar condenando a una dama a la marginación o a la miseria…

El guardainfante, también conocido en España como ‘miriñaque’, ‘tontillo’ o ‘panier’, eran estructuras que se ataban a la cintura para aumentar el volumen o ahuecar las faldas. Estos armazones adoptaron diversas formas más o menos redondeadas según se extendieran hacia las caderas, como se pueden observar en el cuadro de las meninas, o abriéndose desde la cintura hasta los tobillos, ejemplos todos que encontramos en la pintura de Corte de la Europa de los siglos XVI y XVII. Sobre dicho armazón se colocaban las faldas que, según Madame D’Aulnoy, escritora francesa conocida por sus cuentos de hada y libros de viaje, eran tan largas por delante y por los lados, que arrastran siempre mucho, y jamás arrastran por detrás. Las llevan a flor de tierra pero prefieren tropezar al andar, a fin de que no se puedan ver sus pies, que es la parte de su cuerpo que ocultan más cuidadosamente…

El origen de este incómodo artefacto no fue otro que disimular los embarazos de las prostitutas, de ahí su nombre: guarda infantes. Primero la usaron las meretrices en Francia hacia la segunda mitad del siglo XVI desde donde pasó a España, calculándose su llegada hacia 1630 cuando ya en el país vecino había quedado en desuso (tal y como suele suceder en la actualidad). Según algunos historiadores la hipótesis más probable es que se introdujera de manos de los cómicos dedicados al teatro llegados hasta la Corte del Madrid de los Austria. Aquí en España como en Francia, la popularizaron las prostitutas y mujeres del pueblo, de ahí la lluvia de críticas y murmuraciones que despertó. Pero, cosa curiosa, de repente saltó al ámbito cortesano revolucionando así el mundo la moda barroca.

No se sabe con certeza cómo se produjo el cambio y, sobre todo, quién lo importó aunque algunas voces entendidas señalan hacia Isabel de Borbón, segunda esposa de Felipe IV, como la mujer que lo introdujo en la corte española y, por lo que se sabe, en beneficio propio… Las cortes barrocas en general se distinguieron por una total ausencia de improvisación, más bien al contrario, se rigieron por un estricto protocolo que reguló la vida de los monarcas y de los cortesanos y cortesanas, de manera que la Reina convirtió el guardainfante en un instrumento político destinado a reconstruir una identidad personal destacada frente a la personalidad del valido de turno, en este caso el Conde-Duque de Olivares, además de reforzar su papel en un contexto de guerra contra Francia.

Aquí radica la importancia de esta prenda, tanto en cuanto colaboró a la construcción de la imagen de una Reina que pretendió reconstruirse en una Corte nueva pues, como sabemos, Isabel de Borbón, hermana de Luis XIII, procedía de Francia país, en aquel momento, enemigo de España. En esta circunstancia, la nueva reina se vio obligada a redefinir su imagen y su nueva posición a fin de no perder prestigio y con ella el guardainfante, una prenda nacida para encubrir la inmoralidad de un embarazo extramarital, pasó a convertirse en una prenda de moralidad intachable, de uso entre las Reinas, sus damas y cortesanas en general. Durante mucho tiempo, el guardainfante, tontillo o miriñaque fue muy utilizado por las damas de la alta sociedad española.

Al parecer a finales del XVII esta prenda cayó en desuso tal y como contaba Madame D’Aulnoy a su vuelta de un periplo por España: Hasta hace algunos años las señoras llevaban guardainfantes de un tamaño prodigioso, lo cual las incomodaba e incomodaba a los demás. No había puertas bastante grandes por donde ellas pudiesen pasar, se los han quitado, y ya no los llevan más que cuando va a ver a la reina o a ver al rey…

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