A la mayoría impresionó la sensibilidad de la Canciller alemana en su discurso sobre la situación de la pandemia en Alemania y las medidas impuestas de cara a la Navidad…La empatía de Merkel ha desvelado su lado más humano y por ellos, más cercano a su pueblo… Quizá sea eso lo que se eche en falta de los políticos: menos formalismos y más humanidad…

Angela Merkel, 66 años. De soltera Angela Dorothea Kasner, doctora por la Universidad de Leipzig en física cuántica y miembro de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU), desempeña las funciones de canciller federal desde 2005. A su llegada, Merkel no disfrazó su imagen de ‘mujer emancipada del ‘qué me pongo’ optando, a pesar de su coquetería, por un look que ha mantenido a lo largo de su trayectoria política, al que ha permanecido fiel y la ha identificado, apareciendo en público ataviada con pantalón y chaqueta de colores variados, pelo corto, ausencia de joyas y discreto maquillaje… Aunque al parecer y, según ha publicado la prensa, la canciller ha confesado tener una gran debilidad por los bolsos…
No obstante la política alemana no es tan fría como pueda parecer a tenor del vídeo de ayer en el que aparece una Ángela Merkel emocionada, con los ojos brillantes, mientras pronunciaba en el Bundestag un discurso en el que hacía balance sobre los efectos mortíferos de la pandemia al tiempo que pedía a los alemanes un esfuerzo más en estas fechas claves. Sus palabras y, sobre todo su actitud, nos han conmocionado a casi todos: «No puede ser que ahora antes de fiestas -afirmaba emocionada- tengamos muchos contactos y a continuación sea la última Navidad con los abuelos porque hemos desperdiciado la oportunidad de hacer algo».
Y es que no estamos acostumbrados a ver a nuestros políticos como lo que son: seres humanos iguales a nosotros. Siempre parapetados en una oratoria poblada de términos administrativos y de palabras huecas que, nada más salir de sus bocas, se congelan en el aire. Sus expresiones suenan a consignas de partido o aparecen envueltas, en el mejor de los casos, en una compasión y sensibilidad que resultan demasiado tibias, pronunciadas por quienes parecen tener miedo a que su humanidad se interprete o confunda con debilidad…
Es de suponer que como todos, ellos también tienen familiares o amigos en otras comunidades o en el extranjero a quienes estén deseosos de ver y abrazar. Que sus preocupaciones no son sólo colectivas sino personales e individuales. Que tal vez estén asustados. Que puede ser que incluso hayan perdido a seres queridos, familiares y ‘allegados’, el término de la discordia que, dicho sea de paso viene al pelo, sin ningún género de dudas, para englobar a quienes conforman esa otra familia ficticia. Es decir, aquella a la que nos une un vínculo más allá de la sangre, mucho más fuerte e inquebrantable: el afecto…
Por eso la actitud de Merkel la hace más fuerte y su humanidad más digna, además de rompernos los esquemas de ‘dama de hierro’ o de mujer imperturbable a quien el poder ha despojado de todas aquellas virtudes que la acercan y la igualan a resto de mortales.
La democracia pregona que aquellos que son iguales en un aspecto son iguales en todos los demás
Aristóteles
Sabio, como siempre, el filósofo. Este debería ser el espíritu de todos lo políticos en general. Si así fuera, seguro que los ciudadanos seríamos más obedientes y disciplinados, más aún si cabe. Porque se predica con el ejemplo y aquí, en España, escasea lo paradigmático mientras prolifera lo corrupto acostumbrados, como estamos, a comprobar con frecuencia el uso y abuso de quienes están en el poder y aprovechan su posición para medrar y sacar ventaja: desde amañar alquileres de pisos de lujos en zonas privilegiadas a precios de barrio, pasando por usar las tarjetas black para pagar un miserable ticket de parking hasta evadir el pago de impuestos por parte de quien ha ocupado, nada más y nada menos, que la Jefatura del Estado (me refiero al Rey emérito). Así podríamos enumerar todo un elenco de personalidades, trabajadores por cuenta del Estado pagados con dinero público, a cual más corrupto, que han conseguido alejar cada vez más a los ciudadanos de a pie de quienes ocupan los diferentes ámbitos de poder, a consecuencia de lo cual se ha generado un clima de desconfianza y desafección generalizada en quienes nos gobiernan y en las Instituciones que presiden…
Por eso las lágrimas de Merkel nos tocan la fibra y es curioso que un simple gesto, apenas imperceptible, llame tanto la atención y ocupe las portadas de la prensa internacional. Prueba inequívoca de lo poco habitual que resulta ver a una política de tamaña dimensión mostrando su lado más humano, su naturaleza en su condición de mujer, hija, madre, hermana, esposa, amiga… Identidades que todos y todas construimos a lo largo de nuestras vidas a la que acompañan y atraviesan emociones diversas, entre ellas, la compasión, la benevolencia, la caridad, la empatía, el altruismo…Ninguna reñida y todas compatibles con el desempeño de la Presidencia de un país…
El poder no cambia a las personas, sólo revela quiénes verdaderamente son.
José Mujica
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