Desmontando mitos: ellas también fueron cazadoras…

Imagen Internet

La Historia permanece siempre abierta y sujeta a la aparición de nuevas fuentes y con ello a nuevas hipótesis que pueden dar un giro a las tesis vigentes. En mis años de docencia insistía sobre la relevancia de los historiadores, de su tarea como rastreadores del pasado así como en el carácter científico de la Historia. El término ‘científico’, por defecto, suele entenderse como relativo a la ‘ciencia’ aunque también se refiere al uso de un método que, aplicado a cualquier disciplina, valida y avala una investigación o estudio, que en el caso de la prehistoria es más complejo pues las únicas fuentes son restos humanos, artefactos o utensilios. A partir de aquí, las conclusiones han dado cuerpo a diversas interpretaciones articuladas sobre el reparto de actividades sobre la base de la dicotomía sexo/género. Interpretaciones que hoy podrían dar un giro al debate suscitado durante décadas en torno a los roles de género en las sociedades primitivas.

Hace ya tiempo que tenemos noticias sobre la existencia de mujeres guerreras en civilizaciones como los vikingos y también de las amazonas (sobre las cuales los griegos extendieron la idea -sin fundamento- de que se amputaban un pecho para poder disparar mejor con el arco) de las que más recientemente supimos a través de los cronistas reales, especie de reporteros enviados al Nuevo Mundo durante el Descubrimiento, cuya misión era recoger sus impresiones y dar testimonio a su regreso de cuanto presenciaran en aquellas tierras lejanas. Posteriormente, en fechas más cercanas, los restos encontrados en diversos lugares del planeta (Rusia, Península de Anatolia, Suecia, Mongolia) confirmaron la existencia de mujeres guerreras.

No obstante el reciente hallazgo en los Andes de restos que datan de hace unos 9.000 años, pertenecientes a una joven enterrada junto a sus armas, puede tirar por tierra la actual teoría del hombre cazador. Nuestros ancestros, ( de los mismos escribí en el post anterior hablando de la muerte) enterraban a sus difuntos acompañados de un ajuar funerario compuesto por aquellos objetos personales más preciados que en el caso de los hombres eran las armas, en el de las mujeres brazaletes o collares y en el de los niños los juguetes…Los Museos Arqueológicos repartidos por nuestra geografía conservan entre sus fondos numerosos ajuares de mayor o menor entidad y consideración.

La importancia de esta noticia que hoy recoge extensamente la prensa, tiene una enorme relevancia pues rompe el esquema sexista que ha circulado en los libros de textos durante generaciones, producto de una Historia escrita mayoritariamente por hombres que la Historia de las mujeres lleva años combatiendo dispuesta a reivindicar el papel activo de las mujeres en las sociedades primitivas, sobre todo después de la revolución neolítica que dio paso a las primeras comunidades sedentarias con la consiguiente división del trabajo. Hasta ahora la etnografía y la antropología han señalado un reparto de roles acorde a una economía productora/reproductora que condicionó el trabajo de mujer a la que se encomendó la recolección y el de los hombres, encargados de la caza.

Pinturas rupestres (Internet)

Pero aún hay más porque no hay pruebas arqueológicas fehacientes que demuestren que la caza fue una actividad exclusiva de hombres tratándose, por tanto, de una afirmación que proviene de la etnografía. La caza es una actividad que exige riesgo, destreza y fuerza a la par que proporciona prestigio, cualidades asociadas al estereotipo del varón…Aunque algunos expertos en esta materia acuerdan señalar que la caza de animales de gran tamaño, como el mamut, no dependía tanto de la fuerza como del número de individuos y de la estrategia a utilizar…Así pues el debate está servido…

Contra todo pronóstico aquellos seres humanos que erróneamente hemos atrapado en nuestro imaginario más parecidos a los simios que a los humanos fueron muy inteligentes, algo a lo estaban obligados ante el constante peligro que corrían y la necesidad de supervivencia… Y, curiosamente, basaron sus descubrimientos (como el fuego) en un principio fundamental que forma parte del método científico: la observación, en este caso de los fenómenos que se producían en su entorno, es decir, en la naturaleza. En general poco se sabe sobre la vida cotidiana en estos tiempos ancestrales y lo que se sabe posiblemente necesite ser revisado ya que algunas teorías, escritas al dictado de mentes masculinas, han condicionado el relato proyectando una imagen estereotipada de la mujer, filtrada a la par, por el cliché del ‘ama de casa’ ( ¿limpiando y organizando la cueva?) Afortunadamente, recientes interpretaciones las presentan cargando a sus crías, armadas hasta los dientes, defendiendo el territorio, asegurando su supervivencia y la del grupo…

En cualquier caso y ante las nuevas evidencias, no cabe duda que la ‘hipótesis del hombre cazador’ se tambalea. Y al tiempo que se desmonta el mito, comienza a tomar cuerpo una nueva teoría: ‘ellas también fueron cazadoras…’