
Casi todas las conversaciones serias que he mantenido a lo largo del verano han abordado, antes o después, el tema ‘covid…’ Independientemente del grado de acuerdo o desacuerdo sobre las medidas sanitarias adoptadas, del sacrificio económico del sector servicio y de la mayor o menor conciencia de los jóvenes sobre la gravedad del asunto, me ha quedado claro que a casi todos nos ronda la idea de posibles teorías conspiradoras junto a una evidente manipulación social que las élites de poder intentan ejercer, valiéndose de los medios de comunicación y de las redes sociales… De vez en cuando se oyen rumores sobre la obligatoriedad de las primeras vacunas que, según dicen, estarán listas para otoño…(a mi me tendrán que encadenar para ponérmela…) Y también de imponer las cartillas de vacunación para viajar más seguros…Rumores lejanos, casi imperceptibles, que me recuerdan el refrán: ‘cuando el río suena…’
Tal vez por todo esto que está pasando sería necesario poner en valor el pensamiento crítico, el librepensamiento a fin de aspirar a una vida libre y autónoma frente a la amenaza de la manipulación y la mentira por parte de los grupos de poder, interesados en su perpetuación y enriquecimiento personal. Me van a perdonar que siempre mire hacia la Historia buscando en el pasado la comprensión del presente. La historia nos aporta ejemplos, referentes de grande personalidades que, por sí solos, se atrevieron a desafiar los principios y arquetipos vigentes hasta el punto de imponer pacíficamente nuevos paradigmas. El acervo cultural y el impacto ideológico que nos dejaron ha sido tan fuerte que ha resistido y, en cierto modo, aún subyace y permea en el pensamiento occidental y oriental actual. Sócrates en Occidente o Budha en Oriente, han influido poderosamente en la historia de la humanidad. Hombres decisivos e influyentes han dejado una huella imborrable que parece renacer en nuestros días.
La India y la polis de Atenas fueron los escenarios: dos sociedades, dos culturas diferentes que, sin embargo, presentan grandes sinergias y confluencias en su esencia pues ambas se cuestionaron sobre la felicidad y el conocimiento y ambas hallaron respuesta en la ética y la moral. Por eso creo en la necesidad de formar a nuestros niños en los valores de la ética: la libertad, la honestidad, la verdad, la justicia, la ecuanimidad, la equidad, la igualdad… Y por eso también considero fundamental sacar la religión de nuestras escuelas y ponerla en las ‘expertas manos’ de los padres creyentes y practicantes y, por ende, en la de los párrocos y sacerdotes…Este es un tema escabroso que daría para muchas entradas…No es un secreto mi apoyo a la escuela pública de la que he vivido y en la que se educaron mis hijos, ni que defiendo la libre elección de la privada…pero sin financiación pública alguna…En fin, no me quiero ir por las ramas y para no divagar me centraré hoy en Sócrates que, culturalmente, nos queda más cerca.

Sócrates vivió bajo la era de Pericles (siglo V. a. C.), el siglo de oro de la Grecia clásica y en aquella lujosa polis desarrolló y enunció la famosa máxima: (Γνωθι Σεαυτόν) ‘gnóthi seautón‘ -‘conócete a tí mismo’- con todo lo que implica. El desafío de pensar por sí mismo convirtió al filósofo en un elemento peligroso para el orden social que la autoridad pretendía implantar y controlar…Sócrates resultaba exasperante. Jamás imponía su opinión, sólo cuestionaba una y otra vez a sus oponentes para que por sí solos comprendieran sus errores… Dominó el arte de la ironía y aunque se burlaban de él e incluso le imitaban en las obras de teatro, él pasaba olímpicamente porque lo único que pretendía es que los jóvenes aprendieran a pensar por ellos mismos, labor que desarrollaba en su Escuela siguiendo su propio método conocido como socrático basado en el debate, la confrontación y la lógica del pensamiento…Hoy lo llamaríamos ‘aprender a aprender’…
Pero una sociedad que piense por sí misma puede resultar peligrosa e incómoda para sus gobernantes … Por eso fue acusado de corromper a los jóvenes que formaba y sometido a un juicio, en realidad una pantomima, porque la sentencia estaba previamente decidida…La crepsidra ofreció, tanto al fiscal como al acusado, la oportunidad de exponer la acusación y la defensa… Sócrates no hizo ningún discurso, se limitó a seguir su ‘método’, es decir, hacer preguntas y acabar con puntos suspensivos en el aire, dejando a los asistentes pensativos e, incluso, tal vez dudosos…Su estilo retórico peculiar a base de preguntas y respuestas realizadas en perfecta armonía con la talla intelectual del oponente, pretendía elevar el ego del contrario que se crecía frente a él: en el diálogo se encuentra la verdad…repetía el Maestro…
La verdad es que fue llevado a juicio por su oposición a la tiranía de Critias. La sentencia fue beber cicuta, lo que hizo en compañía de algunos discípulos aunque faltó Platón, el favorito, porque estaba enfermo…Sin embargo fue quien continuó su labor y recopiló por escrito su filosofía y su vida. El maestro no escribió nada, Platón recogió su legado y lo recopiló para que no se perdiese. Y en uno de sus diálogos, el de Fedón, narró la muerte de su maestro: «Ya comprendo –dijo Sócrates–; pero, al menos, estará permitido, como es en realidad un deber, hacer oraciones a los dioses a fin de que bendigan nuestro viaje y lo hagan feliz. Esto es lo que les pido. ¡Así sea! Después de haber dicho esto, se llevó la copa a los labios y la bebió sin el menor gesto de dificultad ni repugnancia, apurándola. Hasta entonces casi todos habíamos tenido fuerzas para retener las lágrimas, pero al verle beber y después de que hubo bebido, ni pudimos ya dominarnos».
Pero ¿qué nos enseñó Sócrates?…Que el conocimiento es virtud y la ignorancia vicio. Esta certeza lo colocó en una posición diametralmente opuesta a la ignorancia popular e incluso al conocimiento de aquellos que se tenían por sabios… Él mismo no se consideraba un sabio, «aun cuando uno de sus mejores amigos, Querefonte, le preguntó al oráculo de Delfos si había alguien más sabio que Sócrates, y la Pitonisa le contestó que no había ningún griego más sabio que él (Apología 21a).» Cuando Sócrates lo supo, puso en duda aquel oráculo y buscó y buscó para encontrar a alguien más sabio que él entre los más renombrados de su tiempo, hasta que se dio cuenta de que en realidad ‘creían saber’ más de lo que realmente sabían. «El filósofo fue consciente tanto de la ignorancia que le rodeaba como de la suya propia…» Una lección magistral que todos, sin excepción, deberíamos poner en práctica…
Mi reivindicación por la inclusión de la filosofía como asignatura curricular obligatoria para todos los alumnos/as desde segundo ciclo de ESO y Bachillerato…Más allá de aprender a obedecer, estaría bien aprender a pensar por nosotros mismos …