#Fase1

Cuando mis hijos eran pequeños cantábamos esta canción infantil… La letra no tiene desperdicio: un lobito bueno maltratado por corderos…un príncipe malvado…una bruja hermosa sin verrugas en nariz y un pirata íntegro y decente que no robaba ningún botín…Todos los tópicos destrozados y todos los íconos de la infancia deconstruidos en favor de soñar con un mundo vuelto del revés como un calcetín y para bien…Un genio Paco Ibáñez…
No sé por qué me levanté tarareando esta canción. Llevo días añorando mi antigua rutina aunque, pensándolo bien, la nueva no cambió demasiado. Lo que en realidad echo de menos es la libertad de acción y quedarme en casa como una opción y no un deber… Y digo ‘deber’ de manera premeditada, consciente, porque es así como lo veo: frente a mi derecho a preservar mi salud está el deber de proteger la de los demás. También yo soy una fuente de contagio en potencia…Ojalá el coronavirus luciera coronas luminosas, perceptibles desde el exterior que nos alertaran, pero no…
Y al hilo de la canción, Eduardo Galeano habló también de un mundo al revés: «El mundo al revés -decía- nos enseña a padecer la realidad en lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en lugar de escucharlo y aceptar el futuro en lugar de imaginarlo. En la escuela son obligatorias las clases de impotencia, amnesia y resignación»… El pensador piensa con acierto que los seres humanos no solemos aprender de las experiencias vividas, con sus errores y aciertos, olvidando con facilidad el presente sin darnos cuenta… sin darme cuenta que el ‘ahora’, justo antes de escribirlo, conformaba mi futuro inmediato y apenas escrito ya ha mudado convertido en pasado…El tiempo se diluye, cambia y nos transforma continuamente, sin fisuras, sin descanso, sin quietud alguna…
He defendido las bondades que pueden nacer de la pandemia. He reflexionado sobre el confinamiento como una oportunidad para mirar hacia dentro mientras fuera transcurren el caos y el sufrimiento. He considerado que los grandes acontecimientos constituyen el preludio de un intervalo o etapa marcada por cambios profundos, los mismos que nos aguardan… Pero me temo que va ser verdad el dicho: ‘el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra’, porque no percibo actitudes de cambio entre quienes se supone, deben cuidar de nosotros como sociedad, como colectividad. Por el contrario sigo contemplando ambición, soberbia, presunción, prepotencia, arrogancia y vanidad entre poderosos y gobernantes que compiten a fin de ser los primero en ‘desescalar’ a los ‘suyos’, como sea, para colocarse la medalla y adjudicarse el mérito de un esfuerzo que no les pertenece… Actitudes y disposiciones contrarias, opuestas, antagónicas e incompatibles con un mundo al revés pero para mejor…
El símil del ‘lobito bueno’ seguirá siendo una utopía, una fantasía, una quimera… El lobo cuando tenga hambre devorará a los corderos al igual que quienes nos gobiernan se llevarán por delante a los mismos, a los de siempre y arrasarán con todo para quedárselo…Porque «…de los pobres sabemos todo: en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, qué no creen…Sólo nos falta saber por qué los pobres son pobres…¿Será porque su desnudez nos viste y su hambre nos da de comer?…» Tal vez sea porque no todos somos hijos del mismo Dios…